25 litros de Portugal (2 garrafones de
tinto y 3 de un blanco que es deseoso refresco), unas 15 botellas de
alcohol fuerte y 500 euros de tabaco andorrano (del que es mas barato
que en Canarias). Esa era la carga con la que desde el país luso viajamos
ya rumbo a cruzar la frontera con Francia por Perpignan.
Vamos en un honda civic que apenas nos
costo unos 80 pound en un auckland de South Devon, y que al arreglarse
el limpiaparabrisas trasero, de a un bache en Alentejo baixo, nos
hizo pensar a todos que este coche iba a mejor.
De Inglaterra a Alentejo baixo somos Antonio, Keith y yo. Antonio regresa a su casa, Portugal, ya sin
adicción a la metadona después de varios días enchumbandome en sudor
las sabanas de la cama que le dejé para tal metamorfosis (pero ese
es otro cuento). Él viaja con ganas de reencontrar confort cultural,
la afinidad que tanto le cuesta empatizar en Inglaterra.
Keith es ingles de unos 50 años que
trabaja con Antonio y yo en la factoría de procesamiento de carne de
Bodmin. Al tiempo acabamos los tres viviendo juntos en Plymouth, la
ciudad mas cercana. Pero Keith quiere un trabajo cerca Kent, donde
vive su hija, que es ya su única vocación. Keith estaba, como se
diría, de vuelta.
Hace años había trabajado para
organizaciones criminales de Londres que igual le enviaban a cuidar,
recortada en mano, un hangar lleno de tabaco para contrabando en Marbella, que transportar hasta Londres cualquier paquete
desconocido. También fue trabajador independiente y eso lo sabia bien
aquel director de sucursal bancaria en Kent que siempre le esquivaba.
Hasta 3 veces le atracó y aparecía en casa con pasajes de avión para
toda la familia con destino a muy lejos.
La idea era suculenta, unas vacaciones
en viaje hasta Portugal que nos hiciera olvidar por unas semanas el
frío de las factorías de carne de Cornwall y de paso hacer money con
el tabaco y alcohol comprado a un precio que no sea el de Inglaterra.
Vendido entre los compañeros de trabajo el dinero no debería tardar
en llegar, pensábamos.
El regreso a Inglaterra fue sin Antonio
que decidió disfrutar un poco mas de su confort cultural. De allá,
directamente de una bodega a la que nos llevara este, venia el vino.
El resto del alcohol y el tabaco lo compramos en andorra guiado por
los conocimientos que tenia Keith de los gustos ingleses.
Pasada la aduana entre Andorra y Francia, nos la teníamos todas
con nosotros, y todo fue disfrutar del paisaje del puerto de montaña,
unas nieves esponjosas sobre las que se posaban unos pesados tacos de
libras esterlinas, el entorno idílico para pensar en beneficios.
La carretera es una, sin desviaciones,
sin bifurcaciones, sin casas, directa a Perpignan, un destino holístico sin alternativa. Llegamos a una curva y en la curva una
miniguagua de la gendarmerie esperando. Paraban a todos: familias
gitanas cargadas de cachivaches, un joven francés que depositó un
trozo de hachís (spain is diferent) sobre el capón de su coche, dos
viejecitos franceses que connotaban unas minivaciones en sus caras y
hasta un ciclista tuvo que ser registrado sospechoso de guardar algo. Deben estar hasta la polla que por
aquí pase tabaco que no ingresa nada al estado.
Lo nuestro fue todo un trofeo del día
para ellos. 5 kilos de tabaco andorrano, el día de
la fraternité.
Un gendarme sacó las bolsas con los
cartones y las llevó a la guagua, al alcohol no le hizo ni caso. En
la guagua el superior sentado frente a una mesita nos tomaba los datos
y preparaba una multa de 2000 euros y nos podíamos olvidar del
tabaco.
En ese estado de preocupación, Keith
se fija en la pistola enfundada de un gendarme que se encuentra de
espaldas a nosotros. Alguna reminiscencia perversa le tiznó su
respingona nariz inglesa con un aire contaminado de violencia y
señaló el arma enfundada del policía mientras me susurraba “look
the gun sebastian”. Que relieve ese de las personas tranquilas que
desatan, en sus apropiadas circunstancia, un demonio de
supervivencia. El susurro fue escuchado por el gendarme que se gira
rápidamente, nos sonríe y se aleja. Luego mi dialéctica del what we can
do? contra la inquietud de animal acorralado de Keith, se estiró
como media hora.
Venimos de un país de la unión europea
reclamó Keith, a lo que el superior nos sacó un folleto donde se indicaba subrayadamente que Andorra no pertenece a la comunidad económica europea.
Que nos mostrara el folleto trincó mas a Keith. Pero a mi me hizo descubrir no tan solo que aquellos gendarme estaban a la defensiva con Keith sino que hasta lo
respetaban (y sospecho que no solo por la edad sino ademas porque era
inglés). Yo para ellos en cambio era el español (si supieran ellos
cuanto no soy de eso), alguien gracioso, pintoresco y hasta
obediente. Incluso se atrevían a soltar alguna palabra en castellano
entre risas, cosa que no se atrevían con el ingles a causa del
escondido complejo en sus lenguas.
Esta radiografía me permitió
acercarme al superior desde el bufón y no el delincuente que
acababan de apresar. Poco a poco, entre gestos y señas, fui entrando
a la guagua donde ya se encontraba sentado el superior. Solté la
palabra “canarí” y algunas caras se pintaron con la evocación
de unas vacaciones. Al mas joven que estaba apilando los cartones le
pregunté si fumaba y este (que parecía ser el único que entendía mi
mal ingles) rió, el de al lado le preguntó que había dicho y al
traducirselo toda la guagua rió, se estaba armando entre toda
aquella gendarmerie la fiesta de cumpleaños que necesitaba. El último en reír fue el superior y pasada una hora de mi agotador
derroche de simpatía, aquel descartó la multa, nos dejó uno de los
5 kilos de tabaco requisados, y nos hizo una carta salvoconducto que
nos evitó que dos controles mas de la gendarmerie nos molestara.
Keith conduce deprisa hacia Calais,
quiere salir cuanto antes de Francia. Su boca escupe improperios, un
constante “Fucking wanka, fucking stupid english men, dont kow
andorra is no in europa”.
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