Vaya, vaya, Peñate, quien te ha visto y quien te ve. Ahora mientras me cuentas de afganistán te recuerdo en la plaza de san telmo donde acampamos durante un mes para nada. Que cosa mas linda Peñate, diciendo no a la guerra de Irak, no a la ilegal brutalidad en el mismo sitio donde cada año se celebra una misa en recuerdo de franco.
Que poco conocías aquella tierra en aquel entonces. Pero cuentame, sigue contándome como conducías el jeep por pueblos en la montaña, el impulso vital de los niños, la hospitalidad de sus gentes, como cambiabas comida por armas, como en el descubrimiento pausado de los meses llegaste a conocer a aquellos habitantes de las montaña que te espantaron el demonio de la mente. Pero no te me quedes solo en la sugerente efervescencia de lo pintoresco, cuentame además como transportabas mercancía de la peligrosa hasta los campos de opio. Un jeep con representantes de compañías farmacéuticas holandesas y alemanas conducido por ti, eso si te quemaba por dentro !eh Peñate!, vendiendo la vida de esos niños a un holandés que no dijo ni mu en dos horas de viaje por carreteras empedradas y cordilleras ocultas.
Por supuesto, tú solo conducías un jeep. Pero a ver como me explicas eso de no renovar tu misión, de los no se cuantos miles de euros rechazados, a ver como explicamos a la gente de que por culpa de eso precisamente tuvieras que limpiar retretes, te aplicaran arrestos de franco ría, y sufrieras las tareas más duras del cuartel. Esa marginación de los compañeros por no renovar en una misión que definitivamente no era la tuya. A ver Peñate si tienes valor de contarme que contradicción te comía por dentro. A ver como me explicas eso de que te dieras de baja de esa profesión y te hicieras civil trabajando en un taller de coches en Zaragoza, que eso si era lo tuyo, sin contradicciones. Pues que problemas de tu gente arreglabas allí, que te aclaren que tenía que ver el conflicto pesquero canario-sahariano con los intereses de farmacéuticas europeas en afganistán. ¡si peñate, te estaban globalizando!.
Y sobre todo, en todo, a ver como le cuentas al mundo ese sueño que a veces te llega de las sombras en el que un campo de niños hecho de amapolas es cortado, uno por uno, desde el tallo, por un holandés para colocarlas en un botiquín que tu llevaras a la posta del cuartel. Vaya , vaya, peñate, quien te lo iba a decir.
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