sábado, 26 de abril de 2014

El coste del pastel.

       Siempre pensé que el medio pastel que me como diariamente iba a dejar a alguien mirando para arriba. Creía era la conclusión propia a la que cualquier humano pudiera llegar, incluso sin una madre que justificando su hambre de otro tiempo te dijera: “comete lo todo que hay niños pasando hambre en África”, y otra torturadora cucharada que hiciera a mi estómago odiar aquel continente.
Yo alcanzaba a entender a ratos las palabras mezcladas en el bullicio de las carreteras del centro de Madrid. Te escuchaba decir que no, que los recursos se inventan, que el hombre es un animal tecnológico, la estaca y el martillo, los 20 brazos mentales del ser tecnológico multiplicando calorías, el eterno sol, la eterna marea.
Empecinado en que si, que se puede, que todo de todos en una fecunda anarquía que la historia ha hecho con inagotables presos. Me dijiste que sino me diera una vuelta por detrás de los supermercados cuando cierran, cuando los yogures caducado rejuvenecen en las bocas de los vagabundos, cuando sobra las cuajadas que chorrean por barbas callejeras que drenan bocas desdentadas, pedazos cariados de la tarifa de vivir en la calle. Te explicaste con los interminables campos de trigales, la multiplicación de los cuernos de comestibles animales, células fotovoltaicas, quijotescos aparatos rotulador del viento, la tecnología en papel celofán que todo lo resuelve.
Reconozco que no supe donde estaba, no sabía si estaba tendido como una pieza más de ropa de las que forran los bloques en polígonos marginales al sur de Las Palmas, o si era una mujer rumana a punto de ser asesinada por adulterio,con su marido arrastrándola al interior del bosque para ser lapidada. Darse cuenta que estaba ahí y que lo ignoraba, que ignoraba la mano con la piedra a punto de desquebrajar la cabeza aceptando que desde siglos antes la ley era así.
Asín sentido, asi perdido en un aire sucio de Madrid que huele a escalera mecánica, a tortilla rebosada en aceite, a mirada sin concesiones, a pisotón en el metro sin la condescendencia de la disculpa, ahorrando el valor que no tiene medida, hecha de coste. Coste que no tiene cuadratura, sin esquinas ni fisuras, auto-contenido, alcatraz en el que estamos todos. Disolvente del hombre que está fuera en lo infinito, sufriendo, suplicando por entrar en el coste. Soñando con el chalet adosado a orillas del mediterráneo y piso en la gran ciudad y vacaciones de días contados en algún país exótico.
Hacer méritos desde fuera, salvarse del aburrimiento, salvarse de ser ente incapaz de reconocer que se está encerrado en un cráneo, esclavo de su existencia finita no aceptada. Limitarlo todo para creernos infinitos y mas allá no hay otros, esto es, yo, solo yo y mi exageración, "déjeme pasar primero por favor que se me escapan los minutos y llego tarde a trabajar", cola del paro, "quedan tres , quedan dos , ya solo queda uno, me toca a mi" ,yo, mi, mio no tuyo. Coste hecho por el hombre para marginar al hombre, un Nerón reconstruyendo batallas acuáticas para que la historia nos pueda recordar por nuestra cantidad.
Y pensar, y más aún, proclamar con vehemencia que no hay ecuación que justifique costos. Y nos tacharan de blasfemos, idea loca , olvidada de ser tratada de loca, cabecitas locas.
Y articulaste otra vez tu muñeca para sujetarme mejor al asiento, sujetarme otra vez a la idea que el universo era infinito, que mejor así que siglos nos ha costado, CIVILIZACIÓN. Que todo estaba en orden y ya era demasiado tarde para cambiar el estado de las cosas en el que por otra parte tan calentito se está aveces con monitor TFT para las vistas cansadas, las tapas de media mañana, gimnasio con jacuzzi, una ducha caliente después de favores terrenales y la banda ancha saciando nuestra curiosidad.
Y quizás solo sea eso el coste, un invento para creer superarnos en nuestros limites, zanahoria delante de coche que consume mucha bencina, Parcelarnos en frondosas huertas que puedan durar
siempre, peligroso juego de homo sapiens que ansia la herramienta que nos convirtió en herramientas.
Inalcanzable el costo que no nos necesita, que todo lo vivo convierte en inerte porque todo lo requiere estático, constantes con las que juega, que multiplica como por generación espontánea: interés variable, interés fijo, interés acumulado, interés que se come al hombre, que lo hace sumiso, con personas fuera, sin necesidad de hombres. !Muerte al hombre viva el costo¡.
Desde chicos nos enseñan a penar el castigo, si no estudias serás un hombre pobre sin futuro, sin dinero para la escuela bilingüe del niño, sin dinero para el parque de distracciones de suculenta atracción, un parado mas, alguien sin pastel. Europa educándome en el "no habrá sombra para todos" mientras la tecnología iba creando umbrías a un ritmo inusitado, egoísmo de occidente, que es miedo e ignorancia de occidente.
Y con rotundo ánimo decías que había que acabar con el valor añadido que le hemos dado al dinero. Que el dinero es para el trueque, que nosotros no somos el medio del dinero, que es al revés, que el dinero solo debiera facilitar el comercio mas justo (ahorro de coste al fin al cabo, herramienta de los otros).
Y avanzando en semáforo en rojo entre coches parados arrastras la moto que nos porta hasta la salida, salida que era el preludio de otra vuelta de tuerca, de la mano que empuja tu mano que la hace girar. Masa gris rodante. Un Richard Stallman descubriendo intensiones ocultas en un código oficialista y subliminal.
Girar el foco en los otros, porque estaban los otros (la otra parte implicada). Los banqueros, los que guardan las porciones de pastel bajo llave en el armario donde a nadie se le permite mirar, donde no se permite pensar. Y de a una ir sacándolas mientras una larga cola espera a las puertas del Inem una hora antes de que abra, cada uno con su collar de calaveras, eterno goteo de pequeñas leves ilusiones. Intangible la esperanza porque en verdad es como el coste, que no posee cantidad objetiva ni forma concreta.
Y así otra vez al viento seco de Madrid para decirme que los impostores del coste, que es como decir los creadores del solitario beneficio, son los culpables de dar rienda suelta al costo, de lanzar collares de calaveras al camino, los que regalan en la cola del paro el costo, el coste, la estructura rígida, el artilugio comestible. Valer mucho, valer poco, o no valer nada.
Pero si el dinero significa un ahorro de coste en las transacciones ¿no se convierte tal vez en la herramientas de los otros de los que el motorista habla, los del sartén por el mango?, inventores de la maléfica cuerda que te ata al mundo limitado, a la mentira piadosa de son solo 40 años de hipoteca, del todo mundo quieto y documentación, del mucho niños para un hombre de tan poco futuro, de los que han salido triunfantes de esta ficticia crisis, que es como todas las crisis, una justificación para lo que han hecho mal los que crecen por fuera incontroladamente. Llegado a este punto habría que abolir el dinero, hacer decrecer al egoísmo mutilando su excusa, forma dramáticamente efectiva de eliminar la finitud del coste.
Y un rugido más de motor germánico, que de tan impertinente se ha vuelto necesario, un rugido inalienable que hiciera inaudible mi preocupación de donde está mi pastel es este Madrid denso, tupido como la grasa en los entresijos y gallinejas. Moto yendo más rápido que mi bagaje que aún a ratos se arrastran persiguiéndome cada vez ya más lejos.
Quizás siempre sentí que los recursos eran infinitos, que era algo lo que me hacía retrotraerme a la lógica omnipresente de que todo estaba contenido, algo que se justificaba obstinadamente, miedo argumentandose a través de la escuela, del televisor, de la frágil escalera del ascenso, movimiento de ajedrez fulminante del miedo para acabar concluyendo que nosotros estábamos incrustados en algo mas abstracto, como en un código de php no entendido, indescifrable, pasta en blanco.
Era una verdad oculta que se acercaba a la hipocresía. Verdad que era como aquella viejita que reconocí entrañable y de la que años mas tarde me dijera la hermana de Víctor que guardaba en el armario toda clase de instrumentos sadomasoquistas y que en la noche sorda y nublosa de Inglaterra, desde su habitación, se oían gritos de verdad oculta como la del pastel.
No se en que calle quedaron las palabras que el casco no me dejó escuchar, al igual que no se
en donde queda ahora los canarios quieren su plato, yo quiero mi plato, si no es el plato una unidad indivisible y limitada, si no es mi plato, ni el de mi hermano, ni si quiera el tuyo, es un plato lleno, una moto crujiendo en la eternidad de los aires espesos de Madrid, en mi pastel de tantos años perdido en un segundo intenso, un todos que contiene la infinidad de inacabables platos, un donde está el norte en esta ciudad.
¿Pero que hay para todos en el eterno hay, en el todo de todos, si yo formé alguna vez hematoma en la embriaguez , si hay ocasiones en que no hice lo que debía, si el pecado es inherente al dios bueno culpable de creerse bueno y al malo de esconder verdad oculta?. Ninguno de ellos tiró la primera piedra la había robado el coste, y así hasta los dioses budistas tuvieron que agachar la cabeza economizando respiros. El futuro ya no es lo que era, estamos solos en esto, solo nos queda la persona, solo la persona puede derrotar al coste y recuperar el futuro que nos guió como especie.
(los dioses salieron corriendo o se vendieron al coste que se presentó en audiencia con traje negro y gargantillas de oro del que se revaloriza en época de crisis y usurpó su lugar a algunos de aquellos).

Como todo sigue el brillante sentido causal del ánimo, animémonos a. Que si, que aquel programador me lo dijo sobre eficiente moto alemana, en movimiento de rueda, sacrificio del viento, pensamiento como cuchillo girando en el vacío, en el segundo latente tras los ojos.

Hay que empalar al coste, hay que empezar por abajo, primero por los salpicados, los impregnados de mierda hasta el cuello, los presos del coste de mayor condena, los
pobres mas pobres. y de ahí ir subiendo poco a poco hasta el salpicador, allá arriba, mas
alto que el corazón, sacar la estaca por su boca, tapiarle su adoración al coste. Una vez que el palo asome por el intestino todo será mas fácil, porque la base somos mas gente y tenemos el verdadero poder aunque no lo sepamos, aunque no sepamos como es eso de empalar al coste. Así cuando vayamos por el esófago los banqueros gritarán de terror y se plantearan sumarse a la mayoría, pues es su propio interés el que les mueve y su relación con el coste es fútil en el convencimiento y la moral. Forzar a los discípulos del coste a abandonar una religión que ya les producirá perdidas, por que de eso se trata, de devaluar el coste, que es un estado mental, una creencia como el motorista insinuó. Tenemos la tecnología en nuestras manos, hagámoslo, aunémonos, hagámonos.
Y después... un bache que me hiciera un segundo antes sostenerme sobre mis pies para evitar el golpe que ya era inevitable. Una huida entre dos coches, un menguante día de otoño que aún es caluroso aquí donde hoy calló un tenique como un rugido perpetuo en la idea, como una moto en el regreso.
Pero … ,¿y que harán los que no se aúnen?. Ellos se refugiaran en instituciones arcaicas con problemas de base. Irán llorando al banco mundial, a la organización mundial del comercio, a el fondo monetario mundial, a los bancos o a los estados que gobiernan el mundo . Todas estas instituciones justificaran a los replegados hasta que pierdan definitivamente el poder del coste, Entonces nos vendrán temblando.
El fondo monetario mundial alegará que no querían, que se vieron obligado, que ellos solo hacían su labor, que la culpa es de los estados que acataron inmoralmente sus decisiones sin plantear una alternativa mejor, estados sin postura critica y estados con el privilegio del patriotismo, estados que ya no controlará.
Los países a su vez echaran la culpa a la organización mundial del comercio que habrá dejado de decidir que países pueden o no estar dentro del mercado mundial, y que a su vez dirán que si los bancos o estados unidos mientras el resto de estados pobres lo acusara de odiar a los algodonales de Senegal o el arroz de Haití.
Y el banco mundial en un último intento de controlar la situación propondrá poner su cede en el Aaium pero ya la oleada subsahariana habrá empezado a cruzar el sahara, el tiempocronometro cotizará en negativo y ni la onu podrá salvarla, pues estará muy preocupada en captar naciones adeptas al antiguo orden, quizás entonces se ocuparan una isla donde habiten todos los que en el pasado entronaron al coste.
Algunos de ellos, los más sinceros, agonizantes, intentarán más que conservar su porción de coste salvarse de la desilusión, pues en verdad no se trata de un demonio impersonal y malévolo, es mas bien una convicción en valores equivocados, una desilusión de las ideas que a algunos les será imposible abandonar.
Todos estarán esperando algo que resucite la ilusión que convertimos en obsoleta, porque para nosotros ya no será aceptable disociar a la persona, porque integramos al sentimiento y al pensamiento, a la palabra y a la acción, a la mano y a la cabeza. Teoría del decrecimiento aplicada esta vez a los sentimientos equivocados, consumiremos menos de esto, menos de una ilusión que quedó en la cuneta, mas acá o mas allá. Entonces, imagino, olvidaré que hubo alguna vez un pibe del polígono hablándome de la solución a tanto pobre, que según él sería la aniquilación de los mismos, ahorrar al mundo semejante carga , cuadrar las cuentas que organizan al mundo cuadrado. Galeano denunciando a los que justifican la pobreza como el justo pago a la ineficiencia, ¡elimina la pobreza mata un pobre reza la eficiencia del costo!.
Los que no puedan soportar el nuevo orden harán como el alacrán del que hablaba el padre del quillo, cuando lo colocó en un cacharro con fondo para que no escapara y lo puso al fogón, el alacrán se agitaba rabiosamente intentado escapar, cuando la temperatura rozó lo cruel el alacrán arqueó su aguijón hacia su cuerpo y lo clavó pereciendo en su propio veneno. Veneno que habrá dejado de tener mortalidad para la persona porque seremos inmunes mostrando indiferencia al coste.
Pero para entonces será tarde porque habremos creado nuestras propias instituciones de manos de una tecnología que nos incentivará la esperanza, una tecnología que nos salvara pero no al estilo de un dios sino de verdad, sin engaños . Las decisiones serán porciones de todas las decisiones individuales. Habrá parlamentos virtuales en los que la voluntad de todos estará presente y cada resolución tendrá que ser confirmada por un referéndum, una consulta que convertirá la representación ciudadana en su expresión máxima. Votantes internautas porque la brecha digital será algo del pasado, y todos tendremos acceso a la información del humano para el humano en un inagotable ancho de banda que la tecnología habrá resuelto para crear aplicaciones en las que los ciudadanos manifiesten que lado de su plato escasea.
Y ya no habrá escusa de costes cuando cada decisión ejecutiva requiera del sufragio universal virtual. La información no será lujo y viajará libremente de cabeza a cabeza.
La teología intentara captar a algunos, reclamará su puesto pero le recordaremos como fue que alguna vez la guardia suiza del vaticano fue cazando protestantes campesinos por toda Europa, o como fue que chií o suniis se comían entre ellos por una interpretación diferente del Corán, pues ¿quienes sujetos son capaces de interpretar lo mismo de la lectura de un libro? Y recordaremos a los judíos que el verdadero pueblo de dios es el que guían su destino libremente sin oprimir a terceros.
No habrá vuelta atrás y se refugiaran . Todo estallará y será como una lluvia de hojas secas en el corazón y un bípedo de dos ruedas trepando por el otoño madrileño hasta la calva del mundo en un estado que se derrite a medida que se pierde el verano, que se pudre en el olvido, en la estrella que se perdió, que ya no guía, que ya ni tan siquiera se busca.


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