viernes, 9 de mayo de 2014

LAS PUTAS QUE ME APADRINARON.

   Hay preocupación en las putas del barrio Casa Piedra del Aaiún. Por entre los clientes, de cama a cama, han visto a unos hombres dejar un bulto bajo la ventana de la casa de Eusebio, casa que linda con la residencia de estas trabajadoras.
   Sospechan ellas de bomba como sospechan del mundo o del hombre de cualquier color. A las tres de la mañana tocan a la puerta de esta familia y con mantas en las manos advierten el suceso . La mujer de Eusebio, Nenita, reconoce a la que hace un par de días ayudó.A Nena jamás le preocupó la condición social de aquellas mujeres sino sus condiciones de vida. Por eso aquella noche brillante, noche de Sahara, cuando una de ellas fracasaba su cabeza contra una farmacia a esas horas cerrada, a Nenita no le importó llevarla a su casa y darle una aspirina  para su cabeza que se empeñaba en latir hondas de dolor. Esa misma mujer que avergonzada entró en la casa de Nenita, ahora, en esta noche, noche de bomba, noche de suerte ganada, escolta y arropa junto a sus compañeras a Nenita, Eusebio y el pequeño sebastián, fruto de ambos.
     Años después, de vuelta a la patria chica, en una mañana sin guerra, una mañana cualquiera que pasara desapercibida, Nenita cuenta cómplice a su hijo: ”las prostitutas nos salvaron la vida”.

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