Y seremos precisos y diremos que los gamusinos no tienen una presencia corriente ni ausencia desapercibida. Se les podrá acusar de bichos cansinos o piedra envuelta en celofán, pero al final del todo el niño correrá tras él por todo el mundo. Se contracturará todos los músculos sin dormir en un largo invierno gélido de basement en plymouth con calefacción averiada , mientras el landlord se casa en tailandia; pasará un mareo de ola atlántica en velero rumbo al sahara; se le retendrá una noche espantosa en una prisión marroquí encharcada de orines en tarfayá por tráfico de drogas (que niño mas revoltoso); se le uniformara (un niño uniformado esto si es gracioso) para ser insultado por unas cabezas desnutridas; padecerá un frío de mujer de nieve o una sobredosis de café touba en touba, pero volverá llorando su carencia de alas de mariposa, como una ley de los opuestos aplicada a un malabar rabioso de sinergia social delante de un mercedes con caballero bien posicionado dentro y ventana subiéndose en un semáforo de 20 segundos (que frase mas larga por dios!).
También diremos, porque no, que se esconden demasiado, que no son entes que pueden verse en las esquinas sucias de lavapiés. Pero no importa, aplicando la ley de los opuestos esto significará que se esfuerza por encontrar al gamusino.
La primera vez el niño corría entre los manifestantes prosaharawis. Hubiera sido allí, polera en mano, zigzagueando las conversaciones de “yo estuve ahí cuando la marcha verde” y el otro “pues yo vivía en casa piedra en el Aaium” y un saharawi sentenciando tiernamente “lo ves, lo ves, fuimos juntos”, solo faltaba un policía marroquí corriendo tras ellos para que fuera ya del todo entrañable (todo podría ser).
Según la ley de los opuestos el niño se perdió para encontrarse, aunque lo que él quería encontrar era el gamusino. Lo vio ya casi al final de la manifestación cabalgando sobre un puma andino, yéndose ya muy lejos y él ya no pudo alcanzarlo. El niño se sentó y se puso a llorar mientras una señora, ni tan señora, ni tan saharawi, penaba el “pobrecito niño, quieres un caramelo, anda toma” y metérselo en la boca y coger el despiste a la señora y escupirlo porque él no quería un caramelo el quería un gamusino.
Habrá quien le reproche (al angelito) el malgastar el tiempo y los euros que le dieron. Tú dirás sinceramente (porque es tu niño) que si, que con esos euros el niño compró hierbas del consuelo y que mató horas en la casa campo o en las calles. Pero desconocerán que también fue para el cordero del bautizo de la hija de Lay o para la casa en construcción de Abdul o la fianza de un portátil de un español, y que aunque son cosas que a ellos les da igual el niño fue muy feliz gastando tiempo y dinero en esas cosas y que de alguna forma los glorifica a ellos, aunque al final gastar en esas cosas fuera decisión del niño y no de ellos.
Pero tampoco cooperemos tanto con el niño, que es un niño y se equivoca, aunque en mi humilde conocimiento del infante pueda decir que el loquito no es malo (y la ley de los opuestos me demostrara una vez mas lo absurdo que es eso de dirimirlo todo en malo o bueno).
No nos despistemos, volvamos al niño corre que te corre tras el gamusino que ya anda buscando oro por el norte. Y hasta allá fuístes con el niño de la mano que portaba un saco de castañas que aún no eran saladas y unas manzanas que todavía eran verdes. El Pichón con Cathaysa cortando leña para acoger al enano y una chimenea que no se presta porque solo sabe dar calor allí.
Y si nos diera por divagar el discurso y el tiempo de los verbos diríamos además que el angelito cruzo un río saltando de canto rodado a canto rodado, que tardo un siglo que no hizo arrugas en su piel ni “apúrese apúrese que se le hace tarde”, ni “va oscurecer y se me puede caer al río”, que pequeño más confiado como se nota que es un niño.
Pero tampoco hallo al gamusino allá, si acaso dos menudos con los que jugar y un sosiego que orvalla en una inquietud legendaria (reiteración de la ley de los opuestos).
y otra vez de vuelta al frío extremo o al calor extremo, un estrés que la criatura no soporta bien porque es un niño (y que testarudo que es este crío). Un corazón palpitando en tres tiempos, “tic, tac, toc, tic, tac, toc...... tic, tac, toc, stop” (se para por un tiempo a descansar).
Pero no nos obsesionemos, porque ni el gamusino era de oro ni el chiquillo hacia las cosas bien (o al menos eso le recriminaban).
Incluso lo mandaste a por el gamusino al pasado, recomendado a Fernándo Guanarteme. Pero te equivocaste otra vez de siglo y apareció a finales de la conquista con un Guanarteme solo y derrotado que no estaba pa gamusinos, sintiéndose traidor sin serlo porque el no quería mas muertes conocedor del tamaño del enemigo.
Hagamos cuenta pa que uds entiendan, en este mundo solo hay un gamusino que parece no ser de oro, ni de arena saharawi. Por la misma no quedó mas remedio, tuvimos que mandarlo encomendado a un marabout que no sabía que hacer con él. Los Talibés le hablaban de un paraíso donde no hay gamusinos, ni dolor, ni lágrimas, ni efectos secundarios y el niño se aburrió. Parece que a este chaval no se le contenta con nada porque tampoco cuando apareció Obatalá, bastón en mano, paso cadencioso de anciano, una pelusa blanca de ojos brillantes, se pudo hacer nada con él. Le puso la mano encima y lo mandó para casa porque estaba ocupado con cosas mas importantes (cuanta sabiduría contiene la sabiduría!). Y el niño lo entendió bien y dejo de jugar con el bastón de Obatalá no se vaya a caer y nos volvamos todos locos o más locos de lo que estamos.
El niño ya desesperado se sentó en un castizo parque con una guitarra a cantar cap fit de bob marley, y bien le sirvió a pesar de no ser ya ojo mareado en un huracán. Meses antes sus amiguitos le aconsejaban que dejara de ser ojo mareado y se convirtiera en huracán, pero el estaba erre que erre con que él lo que quería era un gamusino para jugar y comenzó hacer una palabra, luego un humo, luego una palabra, luego un humo, luego una pala....
Visto retrospectivamente ahora que no se entiende nada, tenemos a un niño, un gamusino y una ley de los opuestos. Sin embargo esta ley de los opuestos no tenía completud, ni se basaba en axiomas bien formados, ni comía del consenso internacional, y casi se podría decir que ni era ley. Y haciendo un esfuerzo mas por encajar este coronario de los opuestos diremos que el pibito siempre tuvo claro lo que era aunque no supiera lo que quería ser.
La última vez que vio un gamusino este degustaba una naranja y a él también le entró hambre. Pero se comprende que el gamusino estaba ocupado en otras cosas y no le dejó ni la cascara y ya el niño no quiso ser nene, ni biestable programado, ni África desnuda, ni nada.
Pero no seamos tan exigente con el niño que solo es un kid y siendo francos tampoco esta en este mundo. Y llegados a este punto simplifiquémonos y hagámonos normal y dejémonos de virtualismos con el niño, y concentrémonos que el párvulo esta llorando y aun no es navidad, y deja de escribir y ya esta y se acabo y no me hagan mucho caso porque estoy muy sensible y tampoco se de lo que estoy hablando.
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