En el amor capitalista de mercado todo se vende o se compra. Las personas se revalorizan o deprecian según las exigencias del mercado y para ello el sistema encadena sus hilos desde el gobierno, los trabajos, los amigos, la familia y así hasta llegar al individuo. Una desintegración de la persona en la que tú ya no eres solo tú, tú eres tú y tu cultura, tu raza, tu posición social e incluso la mente o cuerpo, en ocasiones mal entendida, con el que dios te tocó. Se relega la completud de la persona a un enésimo plano, como esperando que mucho llueva tras el verano,
marchitándose bajo la calima de la mala educación que todo lo cubre.
Tal como el capitalismo se desenvuelve así se desenvuelve este amor. Pero en una cosa es novedoso este capitalismo. Pragmático y efectivo, es a la inversa del clásico en que es la oferta la que gobierna a la demanda y no al revés. Dejarse comprar caro cuando mucha oferta tienes y vendes barato cuando la oferta disminuye.
La persona no reconoce a la persona, se olvidó, tampoco la enseñaron. Curioso capitalismo el nuestro.
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