Y sabrá dios lo que estabas pensando
cuando caías de la fortaleza de Ansite rompiendo cardonales,
clavándote púas (1) de tuneras que atravesaban tu tamarco y se clavaban
ya en un cuerpo probablemente muerto. Tal vez solo eras la impotencia
descendiendo al recuerdo de un pasado mejor y algo que no permite
desviaciones en el rumbo o en los derechos. Pero ya en los minutos
previos al salto nada te podían imponer, nada te podían quitar, ni
siquiera el borrarte la vida al grito de Atis Tirma.
Quizás también miraste a tu
alrededor antes del salto y los vistes mas perdidos que nunca, mas
serios que nunca, como si hubiera sido más de 7 días de asedio
como si hubiera sido siglos. Unas caras evocando la aceptación de
que ya no había cabida para ellos en aquella su isla. Los que no se
convirtieron habían asimilado eso desde hace mas de 10 años pero
ninguna cultura se enfrenta despreocupa a su muerte.
No se si el Faycan de telde comenzó
entonces a bendecir o maldecir pero probablemente ya sus pies estaban
al lado de los tuyos.
Tus ojos viendo el viento en sus
pelos, tu mirada de magma cayendo al
invasor y sentir las espingardas y los cepos y ya todo hacerse mas
claro para ti. Y ni una sabiduría de Guanarteme derrotado, ni una
huida de Guayarmina convencida pudo amedrentar el salto a la
eternidad. Quizás así o de cualquier otra forma fue tu salto, no lo
sabremos, pero aún se oye hablar de ti.
(1) Sabemos que no habían tuneras en la época de la conquista, ¿pero habrá algo mas doloroso que unas púas de tuneras clavándose en la piel?.
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