Seis siglos después que Adargoma perdiera la batalla del Guiniguada, nace en la misma isla Javier Fernández Quesada. A Javier se le recuerda como deportista y algo tímido. A la edad de 22 años nos lo encontramos en la ciudad de La Laguna estudiando 2º de biología, Universidad que comparte con otros dos hermanos.
En
aquel año de 1977 las huelgas del sector del transporte, tabaco,
frío industrial del puerto, construcción y servicio de recogida de
basuras cubrían de manifestaciones La Laguna en la isla de Tenerife.
Se trataba de la desmantelación industrial y de servicios de
Canarias acordada en los pactos de la Moncloa. Como sindicato valedor
de aquellos derechos a muchos se les viene a la memoria la
Confederación Canaria de Trabajadores (CCT).
Eran
los años de la supuesta "transición" nutrida de políticos
franquistas (el mismo Suarez fue falangista, abuelos, tíos, padres
de los actuales gobernantes de España). Esa continuación con
máscara grotesca.
Javier,
a pesar de no ser activista, se ve envuelto de aquellos tiempo en que
gentes de España por primera vez en cuarenta y tantos años se
lanzaba a la calle a reclamar derechos. Y de aquella masa popular la
más participativa, como corresponde a su naturaleza, era la
estudiantil. Asambleas y reuniones se hacían en la universidad al
cobijo del sagrado templo del saber (en aquel entonces aún 100%
públicas).
El
12 de diciembre acude con unos amigos a las concentraciones de los
estudiantes en el campus central en solidaridad con los sindicatos
que habían convocado una huelga general y protestas en Santa Cruz y
La Laguna.
Esa
mañana había transcurrido caldente, los antidisturbios de la
policía nacional arremetían contra universitarios, sindicalistas y
población en general con balas de fogueo, de goma y botes de humo.
Pero la reserva mas espantosa venia de España, con balas de verdad. Habían enviado a las islas un contingente de cuerpo militar que
España tiene reservado para los civiles: La Guadia Civil (el mismo
cuerpo que tan solo el año pasado, 2014, maltratan a los inmigrantes
que saltaban la valla en Melilla).
A
la tarde, con los ánimos más calmados se retiran los antidisturbios
y aparecen en jeeps militares la guardia civil. Según cuenta el
rector de la Universidad de La Laguna en aquellos tiempos, Antonio
Bethencourt, unos ocho guardias civiles acceden al interior del
recinto universitario por la entrada que da a las instalaciones
deportivas disparando con metralletas y pistolas. No más de 20
estudiantes quedaban en el edificio que sorprendidos huyen mientras
son tiroteados por quienes sostienen las pistolas con sus
dos manos. Javier ser refugia. Dos o tres de estos guardias civiles
suben el primer tramo de las escalera, uno de ellos, alias "el
polilla" se lo encuentra y de un tiro a quemarropa le rompe el
corazón. Cae javier al suelo de la sinrazón y muere.
Un
estudiante y un profesor que agitan un pañuelo blanco imploran el
cese del fuego mientras los guardia civiles siguen disparando.
Aquel día, a Fernando Jaesuria, de 18 años, una bala le atravesó el
hombro y hasta un niño de 13 años que se encontraba en el patio de
la escuela anexa a la Normal de Magisterio también resultó herido.
El
encargado del operativo, el coronel jefe del 15º Tercio de la
Guardia Civil, Manuel González López, no asume ninguna
responsabilidad penal. El joven guardia civil, alias Polilla, que
ejecuta el asesinato, no asume ninguna responsabilidad penal (será
destinado a Lanzarote). No se depuran responsabilidades.
Según
las conclusiones de la comisión de investigación parlamentaria la
bala cayó del cielo. Todo ello a pesar que la autopsia forense registra que el cuerpo del estudiante tenía restos de pólvora, prueba inequívoca que el disparo fue efectuado a corta distancia.
El
gobernador civil de la provincia de Santa Cruz de Tenerife, en aquel
entonces Luis Mardones Sevilla, quien declarara alguna vez "...señor
ministro, tolerancia cero para todo el escalafón, para los de
arriba, los de abajo y los de en medio, y usted me entiende, señor
ministro. La tolerancia no es un valor discrecional que se puede
aplicar a un determinado nivel de responsables en cualquier
institución que esté sometida a unas normas de disciplina...",
sostendrá durante años que el disparo fuera efectuado por
“pistoleros incontrolados” o algún francotirador de los
"sectores de lucha". Luis Mardones votará en el congreso
la ley de la memoria histórica que dejó fuera de aplicación el caso
de Javier por 77 días en aquel momento.
La
justicia en este caso, como en otros muchos en Canarias, no se
aplica.
Los
hermanos de Javier son llevados en jeep antidisturbios al cementerio
de La Laguna para identificar el cadáver. Entre presión y burlas de
los agentes, identifican a Javier. Sus padres y otro hermanos pequeño
se trasladan a Tenerife desde Gran Canaria. En el aeropuerto de los Rodeos los esperan los dos hermanos. No más van saliendo del
aeropuerto, allí mismo, se produce otra carga policial. La madre de
Javier comienza a gritar que no le mataran a más hijos mientras el
padre se iba a por cualquiera que se le acercara a los que le
quedaba.
Ya
en el velatorio, apoyaban en el consuelo los compañeros de Javier.
El colmo quiso, que alli mismo en el velatorio, se presentaran
algunos agente que comenzaron a burlarse de estos compañeros que
callados aguantaron. Ni eso respetaron.
A partir
de entonces la familia de Javier comienza a recibir llamadas telefónicas amenazantes con lemas como "recuerden que les quedan
4 hijos". Una tortura psicológica que promueve miedo.
Tras
el asesinato de Javier, la indignación de la población creció. Los
conductores y población en general portan en sus brazos crespones
negros y las protestas y manifestaciones aumentaron. Ya no era solo
la Laguna, las manifestaciones se extendieron a Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria.
Y
se enviaron más refuerzos de las Brigadas Especiales Antidisturbios
desde España (dos compañías de la reserva general de la Policía
Armada). La represión se hizo indiscriminada contra todas las
movilizaciones. Se creó un verdadero estado de excepción. Se
agredía sin motivo alguno a grupos de personas que circulaban por
las calles (llamaban "moros" a las personas que agredían),
se disparaban botes de humo contra viviendas que tuvieran las luces
prendidas (causa de algunos conatos de incendio), rompieron las
cristaleras de comercios que habían cerrado sus puertas por duelo. A
los conductores que portaban crespones negros se les paraban y los
agentes les obligaban a tragarse el crespón. Las calles quedaron
desiertas. Instaurado el estado del miedo.
El
jueves 15 de diciembre se leía en titular del periódico El Dia: "La
Laguna, ciudad sitiada". El rector de la Universidad ordenó la
clausura de las actividades académicas.
Javier
no fue la única victima aquellos años. Dos años antes Antonio
González Ramos fue detenido en su casa de La Laguna. En comisaria es
salvajemente golpeado hasta morir. Otra victima, Bartolomé García
Lorenzo, fue confundido con un famoso delincuente, ametrallaron la puerta del piso donde vivía, aquello generó una gran protesta
popular que se saldó con 27 detenidos. Ninguno de los agentes
cumplió condena.
Aquel
12 de diciembre de 1977, España, tras más de 3.000 víctimas del
franquismo en las Islas, vuelve a matar en Canarias. Adargoma, vuelve
a morir en Tenerife.
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