miércoles, 2 de septiembre de 2015

El alzamiento postergado oculto en los genes V: Javier Fernández Quesada.


   Seis siglos después que Adargoma perdiera la batalla del Guiniguada, nace en la misma isla Javier Fernández Quesada. A Javier se le recuerda como deportista y algo tímido. A la edad de 22 años nos lo encontramos en la ciudad de La Laguna estudiando 2º de biología, Universidad que comparte con otros dos hermanos.


   En aquel año de 1977 las huelgas del sector del transporte, tabaco, frío industrial del puerto, construcción y servicio de recogida de basuras cubrían de manifestaciones La Laguna en la isla de Tenerife. Se trataba de la desmantelación industrial y de servicios de Canarias acordada en los pactos de la Moncloa. Como sindicato valedor de aquellos derechos a muchos se les viene a la memoria la Confederación Canaria de Trabajadores (CCT).

   Eran los años de la supuesta "transición" nutrida de políticos franquistas (el mismo Suarez fue falangista, abuelos, tíos, padres de los actuales gobernantes de España). Esa continuación con máscara grotesca.

   Javier, a pesar de no ser activista, se ve envuelto de aquellos tiempo en que gentes de España por primera vez en cuarenta y tantos años se lanzaba a la calle a reclamar derechos. Y de aquella masa popular la más participativa, como corresponde a su naturaleza, era la estudiantil. Asambleas y reuniones se hacían en la universidad al cobijo del sagrado templo del saber (en aquel entonces aún 100% públicas).

   El 12 de diciembre acude con unos amigos a las concentraciones de los estudiantes en el campus central en solidaridad con los sindicatos que habían convocado una huelga general y protestas en Santa Cruz y La Laguna.

   Esa mañana había transcurrido caldente, los antidisturbios de la policía nacional arremetían contra universitarios, sindicalistas y población en general con balas de fogueo, de goma y botes de humo. Pero la reserva mas espantosa venia de España, con balas de verdad. Habían enviado a las islas un contingente de cuerpo militar que España tiene reservado para los civiles: La Guadia Civil (el mismo cuerpo que tan solo el año pasado, 2014, maltratan a los inmigrantes que saltaban la valla en Melilla).

   A la tarde, con los ánimos más calmados se retiran los antidisturbios y aparecen en jeeps militares la guardia civil. Según cuenta el rector de la Universidad de La Laguna en aquellos tiempos, Antonio Bethencourt, unos ocho guardias civiles acceden al interior del recinto universitario por la entrada que da a las instalaciones deportivas disparando con metralletas y pistolas. No más de 20 estudiantes quedaban en el edificio que sorprendidos huyen mientras son tiroteados por quienes sostienen las pistolas con sus dos manos. Javier ser refugia. Dos o tres de estos guardias civiles suben el primer tramo de las escalera, uno de ellos, alias "el polilla" se lo encuentra y de un tiro a quemarropa le rompe el corazón. Cae javier al suelo de la sinrazón y muere.

   Un estudiante y un profesor que agitan un pañuelo blanco imploran el cese del fuego mientras los guardia civiles siguen disparando.

   Aquel día, a Fernando Jaesuria, de 18 años, una bala le atravesó el hombro y hasta un niño de 13 años que se encontraba en el patio de la escuela anexa a la Normal de Magisterio también resultó herido.

   El encargado del operativo, el coronel jefe del 15º Tercio de la Guardia Civil, Manuel González López, no asume ninguna responsabilidad penal. El joven guardia civil, alias Polilla, que ejecuta el asesinato, no asume ninguna responsabilidad penal (será destinado a Lanzarote). No se depuran responsabilidades.

   Según las conclusiones de la comisión de investigación parlamentaria la bala cayó del cielo. Todo ello a pesar que la autopsia forense registra que el cuerpo del estudiante tenía restos de pólvora, prueba inequívoca que el disparo fue efectuado a corta distancia.

   El gobernador civil de la provincia de Santa Cruz de Tenerife, en aquel entonces Luis Mardones Sevilla, quien declarara alguna vez "...señor ministro, tolerancia cero para todo el escalafón, para los de arriba, los de abajo y los de en medio, y usted me entiende, señor ministro. La tolerancia no es un valor discrecional que se puede aplicar a un determinado nivel de responsables en cualquier institución que esté sometida a unas normas de disciplina...", sostendrá durante años que el disparo fuera efectuado por “pistoleros incontrolados” o algún francotirador de los "sectores de lucha". Luis Mardones votará en el congreso la ley de la memoria histórica que dejó fuera de aplicación el caso de Javier por 77 días en aquel momento.

   La justicia en este caso, como en otros muchos en Canarias, no se aplica.

   Los hermanos de Javier son llevados en jeep antidisturbios al cementerio de La Laguna para identificar el cadáver. Entre presión y burlas de los agentes, identifican a Javier. Sus padres y otro hermanos pequeño se trasladan a Tenerife desde Gran Canaria. En el aeropuerto de los Rodeos los esperan los dos hermanos. No más van saliendo del aeropuerto, allí mismo, se produce otra carga policial. La madre de Javier comienza a gritar que no le mataran a más hijos mientras el padre se iba a por cualquiera que se le acercara a los que le quedaba.

   Ya en el velatorio, apoyaban en el consuelo los compañeros de Javier. El colmo quiso, que alli mismo en el velatorio, se presentaran algunos agente que comenzaron a burlarse de estos compañeros que callados aguantaron. Ni eso respetaron.

   A partir de entonces la familia de Javier comienza a recibir llamadas telefónicas amenazantes con lemas como "recuerden que les quedan 4 hijos". Una tortura psicológica que promueve miedo.

   Tras el asesinato de Javier, la indignación de la población creció. Los conductores y población en general portan en sus brazos crespones negros y las protestas y manifestaciones aumentaron. Ya no era solo la Laguna, las manifestaciones se extendieron a Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria.

   Y se enviaron más refuerzos de las Brigadas Especiales Antidisturbios desde España (dos compañías de la reserva general de la Policía Armada). La represión se hizo indiscriminada contra todas las movilizaciones. Se creó un verdadero estado de excepción. Se agredía sin motivo alguno a grupos de personas que circulaban por las calles (llamaban "moros" a las personas que agredían), se disparaban botes de humo contra viviendas que tuvieran las luces prendidas (causa de algunos conatos de incendio), rompieron las cristaleras de comercios que habían cerrado sus puertas por duelo. A los conductores que portaban crespones negros se les paraban y los agentes les obligaban a tragarse el crespón. Las calles quedaron desiertas. Instaurado el estado del miedo.

   El jueves 15 de diciembre se leía en titular del periódico El Dia: "La Laguna, ciudad sitiada". El rector de la Universidad ordenó la clausura de las actividades académicas.

   Javier no fue la única victima aquellos años. Dos años antes Antonio González Ramos fue detenido en su casa de La Laguna. En comisaria es salvajemente golpeado hasta morir. Otra victima, Bartolomé García Lorenzo, fue confundido con un famoso delincuente, ametrallaron la puerta del piso donde vivía, aquello generó una gran protesta popular que se saldó con 27 detenidos. Ninguno de los agentes cumplió condena.

   Aquel 12 de diciembre de 1977, España, tras más de 3.000 víctimas del franquismo en las Islas, vuelve a matar en Canarias. Adargoma, vuelve a morir en Tenerife.




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