lunes, 3 de marzo de 2014

Ouacam

Es curioso Wacam, tiene un pulcro liceo francés frente al cual casi diariamente corren militares franceses hacia el cuartel que esta mas allá. Al lado de Wacam, pasando a Abdulay Wade y familia esculpidos contra el renacimiento se encuentra Mamel con sus hoteles y apartamentos de toubab, sus dibiteries caras y niños con bote en mano pidiendo monedas: “toubab” y el sonido de las monedas agitadas en el bote , “merci monsieur”.
Pero volvamos a Wacam y esas vallas de hojalata que al principio no sabía que escondían. Asomarse es descubrir sus baobab inamovibles por la confederación Lemu, vestigios de naturaleza que quedaron obsoletos para la planificación urbanística de esa zona de Dakar. Un ayuntamiento impotente ante una confederación que convierte Wacam en un puzzle, en unos paterres cercados y dentro árboles legendarios con nombres y espíritus. Prohibido si quiera tocar la casa de los espíritus advierten los Lemus, y poder han de tener porque el alcalde no se atreve y me imagino al concejal de urbanismo rompiéndose la cabeza intentando integrar algo que para unos políticos no tiene sentido. Cosas de animistas.
Pero a pesar de ese despertar a la modernidad que trajo la nueva carretera, también hay otro Wacam con sus casas de una planta en callejones sucios, atestados de gente a cualquier hora, como si se turnaran para dormir. A las 3 de la mañana hombres sedados de cansancio tumbados en un banco o en el descansillo a la entrada de una farmacia o en un puesto de mangos o los más despiertos jugando cartas, todo en la calle, como si la calle fuera una prolongación de la casa, como si toda la barriada fuera una casa.
Es el Wacam de los 15 miembros por diminuta vivienda, donde tal vez con suerte trabajen 3 de ellos mientras el resto deambulan a cualquier hora por Dakar, apresurados por el presente que les exige buscarse la vida.
Ni un tiro,ni una navaja, ni una pelea, ni un forcejeo, y ahí ya empieza a picarle a uno la duda de porqué esto no es Sierra Leona o Mali o incluso un polígono de Las Palmas en los años 80. Se queda pesando uno que esta gente tendrá que comer, que porqué no se fabricarán una hechiza como los cabros de las pueblas de Chile, porqué no irán sobre moto con un fierro escondido en la cintura como en Cali, ¿es que sus hijos no pasan hambre?, ¿es que no es digno robar para que el que llora mueva los dientes?.
Si, se queda uno con la duda, algo esta pasando en Wacam y a mi se me escapa. Como todo lo que me ocurre en Senegal habría de llegar a Touba para resolver el misterio.
Ya en Touba en la comunidad de Cheikh Dame, la mayoría de los talibés me cuentan que ellos provienen de Wacam, y ahi ya se me prende la luz con la que comen algunos miembros de las familias enlatadas de Wacam. Porque mientras residan en la comunidad no les faltará el plato de comida y trabajo en tolbi, y hasta un traslado apresurado al hospital en coche de marabout preocupado. Es la labor social que hacen algunos marabout de Senegal, esos que tienen tanta mala prensa en occidente y que libran a Senegal de convertirse en una fiesta de pistolas. Porque cuando el hambre reclama, perforar bolsillos se hace solución.
Son las formas de organización que no aceptamos los occidentales, porque habría que entender que cuando el colonialismo posee todos los medios la única lucha posible es la que exige una obediencia ciega, una seriedad en procesión por la que se da la vida, el humano y sus circunstancia, circunstancias que se obvian en occidente por la comodidad del contexto en que vivimos.
Es el semblante de Mame Cheikh Ibrafall en las caras de cada uno de los Fall camino de la casa de Mbacke Mbacke en korité, el paso vertiginoso de unos pies descalzos con la que se expresa una cabeza bien alta, en definitiva el “pastef” que defiende el “bernde”.
Según Gibril Fall, de Wacam y talibé de Cheikh Dame Fall, Mame Cheikh Ibrafall lloraba leche y sabía anudar franceses.