Es curioso Wacam, tiene un pulcro liceo
francés frente al cual casi diariamente corren militares franceses
hacia el cuartel que esta mas allá. Al lado de Wacam, pasando a
Abdulay Wade y familia esculpidos contra el renacimiento se encuentra
Mamel con sus hoteles y apartamentos de toubab, sus dibiteries caras
y niños con bote en mano pidiendo monedas: “toubab” y el sonido
de las monedas agitadas en el bote , “merci monsieur”.
Pero volvamos a Wacam y esas vallas de
hojalata que al principio no sabía que escondían. Asomarse es
descubrir sus baobab inamovibles por la confederación Lemu,
vestigios de naturaleza que quedaron obsoletos para la planificación
urbanística de esa zona de Dakar. Un ayuntamiento impotente ante una
confederación que convierte Wacam en un puzzle, en unos paterres
cercados y dentro árboles legendarios con nombres y espíritus.
Prohibido si quiera tocar la casa de los espíritus advierten los
Lemus, y poder han de tener porque el alcalde no se atreve y me
imagino al concejal de urbanismo rompiéndose la cabeza intentando
integrar algo que para unos políticos no tiene sentido. Cosas de
animistas.
Pero a pesar de ese despertar a la
modernidad que trajo la nueva carretera, también hay otro Wacam con
sus casas de una planta en callejones sucios, atestados de gente a
cualquier hora, como si se turnaran para dormir. A las 3 de la mañana
hombres sedados de cansancio tumbados en un banco o en el descansillo
a la entrada de una farmacia o en un puesto de mangos o los más
despiertos jugando cartas, todo en la calle, como si la calle fuera
una prolongación de la casa, como si toda la barriada fuera una
casa.
Es el Wacam de los 15 miembros por
diminuta vivienda, donde tal vez con suerte trabajen 3 de ellos
mientras el resto deambulan a cualquier hora por Dakar, apresurados
por el presente que les exige buscarse la vida.
Ni un tiro,ni una navaja, ni una pelea,
ni un forcejeo, y ahí ya empieza a picarle a uno la duda de porqué esto no es Sierra Leona o
Mali o incluso un polígono de Las Palmas en los años 80. Se queda
pesando uno que esta gente tendrá que comer, que porqué no se
fabricarán una hechiza como los cabros de las pueblas de Chile,
porqué no irán sobre moto con un fierro escondido en la cintura
como en Cali, ¿es que sus hijos no pasan hambre?, ¿es que no es
digno robar para que el que llora mueva los dientes?.
Si, se queda uno con la duda, algo esta
pasando en Wacam y a mi se me escapa. Como todo lo que me ocurre en
Senegal habría de llegar a Touba para resolver el misterio.
Ya en Touba en la comunidad de Cheikh
Dame, la mayoría de los talibés me cuentan que ellos provienen de
Wacam, y ahi ya se me prende la luz con la que comen algunos miembros
de las familias enlatadas de Wacam. Porque mientras residan en la
comunidad no les faltará el plato de comida y trabajo en tolbi, y
hasta un traslado apresurado al hospital en coche de marabout
preocupado. Es la labor social que hacen algunos marabout de Senegal,
esos que tienen tanta mala prensa en occidente y que libran a Senegal
de convertirse en una fiesta de pistolas. Porque cuando el hambre
reclama, perforar bolsillos se hace solución.
Son las formas de organización que no
aceptamos los occidentales, porque habría que entender que cuando el
colonialismo posee todos los medios la única lucha posible es la que exige una
obediencia ciega, una seriedad en procesión por la que se da la
vida, el humano y sus circunstancia, circunstancias que se obvian en
occidente por la comodidad del contexto en que vivimos.
Es el semblante de Mame Cheikh
Ibrafall en las caras de cada uno de los Fall camino de la casa de
Mbacke Mbacke en korité, el paso vertiginoso de unos pies descalzos
con la que se expresa una cabeza bien alta, en definitiva el “pastef”
que defiende el “bernde”.
Según Gibril Fall, de Wacam y
talibé de Cheikh Dame Fall, Mame Cheikh Ibrafall lloraba leche y
sabía anudar franceses.