Porque así me lo contabas
cuando concluías que la especie es machista, que el hombre no tiene la culpa de
ser machista, que tú no tenías la culpa de posicionar aquella pistola en la
sien de aquel mastodonte que te provocó en el recordado bar Rioplatense,
mientras con sus brazos rodeaba a la tuya, a la solo tuya piba de cabellos
negros y tez blanca. Rompiéndote las pelotas te dijo que “no sabía que estabas
invitado” y ahí estalló tu orgullo de gaucho herido. Fuiste a buscar la
pistola, y regresaste con el “como queré que me ponga la puta que te parió” y
el fierro se puso duro entre los dos y era frío y dolía.
Y me argumentabas como
aconsejaron a tu familia en la perrera que es mejor una hembra, que el macho en
celo te deja por una perra pero la hembra nunca deja a su dueño.
Y volviste al bar y a la
pistola, donde tu mano de hierro escupía el “tú concha de tu madre”. Se cagó
encima mientras decía entre palabras tartamudas que disculpa, que no sabía, que
la vi sola y pensé.
Y entonces tu poeta de
sangre peronista te echaste fuera del tumulto con la velocidad a la que
palpitaba el corazón en la sien del retado, duelo de machos, respeto de
argentino mancillado. Te esquivaría por siempre creyendo que estabas loco,
desconociendo que padecías pasión de poeta devorador de palabras hechas de
carne.
Y que otra cosa podías hacer
tú conjurador de palabras sino esperar todo un mes de tus disculpas y sus
reproches hasta que te volviera hablar tu musa asustada de gaucho duelo de
comedores de carne. Y pedías retornar su amor alegando que la pistola era solo
de aire comprimido, que solo disparaba balines para matar conejos o palomas,
que era de mentira pero que ambos sabíamos que también era de verdad.
Y que tu penitencia a tanta
hombría fue que te dejara varado los 30 días que tarda en regresar la luna
nueva. Así me lo contabas poeta de lastre argento con tu elocuencia porteña en
aquel otro bar flamenco de Madrid, donde una mina te descocía la pasión
mostrándote sin pudor unos floreros de sobacos y una selva en las piernas,
porque según ella la depilación era cosa del machismo.