Siempre pensé que el medio
pastel que me como diariamente iba a dejar a alguien mirando para
arriba. Creía era la conclusión propia a la que cualquier humano
pudiera llegar, incluso sin una madre que justificando su hambre de
otro tiempo te dijera: “comete lo todo que hay niños pasando
hambre en África”, y otra torturadora cucharada que hiciera a mi
estómago odiar aquel continente.
Yo alcanzaba a entender a ratos
las palabras mezcladas en el bullicio de las carreteras del centro de
Madrid. Te escuchaba decir que no, que los recursos se inventan, que
el hombre es un animal tecnológico, la estaca y el martillo, los 20
brazos mentales del ser tecnológico multiplicando calorías, el
eterno sol, la eterna marea.
Empecinado en que si, que se
puede, que todo de todos en una fecunda anarquía que la historia ha
hecho con inagotables presos. Me dijiste que sino me diera una vuelta
por detrás de los supermercados cuando cierran, cuando los yogures
caducado rejuvenecen en las bocas de los vagabundos, cuando sobra las
cuajadas que chorrean por barbas callejeras que drenan bocas
desdentadas, pedazos cariados de la tarifa de vivir en la calle. Te
explicaste con los interminables campos de trigales, la
multiplicación de los cuernos de comestibles animales, células
fotovoltaicas, quijotescos aparatos rotulador del viento, la
tecnología en papel celofán que todo lo resuelve.
Reconozco que no supe donde
estaba, no sabía si estaba tendido como una pieza más de ropa de
las que forran los bloques en polígonos marginales al sur de Las
Palmas, o si era una mujer rumana a punto de ser asesinada por
adulterio,con su marido arrastrándola al interior del bosque para
ser lapidada. Darse cuenta que estaba ahí y que lo ignoraba, que
ignoraba la mano con la piedra a punto de desquebrajar la cabeza
aceptando que desde siglos antes la ley era así.
Asín sentido, asi perdido en un
aire sucio de Madrid que huele a escalera mecánica, a tortilla
rebosada en aceite, a mirada sin concesiones, a pisotón en el metro
sin la condescendencia de la
disculpa, ahorrando el valor que no tiene medida, hecha de coste.
Coste que no tiene cuadratura, sin esquinas ni fisuras,
auto-contenido, alcatraz en el que estamos todos. Disolvente del
hombre que está fuera en lo infinito, sufriendo, suplicando por
entrar en el coste. Soñando con el chalet adosado a orillas del
mediterráneo y piso en la gran ciudad y vacaciones de días contados
en algún país exótico.
Hacer méritos desde fuera,
salvarse del aburrimiento, salvarse de ser ente incapaz de reconocer
que se está encerrado en un cráneo, esclavo de su existencia finita
no aceptada. Limitarlo todo para creernos infinitos y mas allá no
hay otros, esto es, yo, solo yo y mi exageración, "déjeme
pasar primero por favor que se me escapan los minutos y llego tarde a
trabajar", cola del paro, "quedan tres , quedan dos , ya
solo queda uno, me toca a mi" ,yo, mi, mio no tuyo. Coste hecho
por el hombre para marginar al hombre, un Nerón reconstruyendo
batallas acuáticas para que la historia nos pueda recordar por
nuestra cantidad.
Y pensar, y más aún, proclamar
con vehemencia que no hay ecuación que justifique costos. Y nos
tacharan de blasfemos, idea loca , olvidada de ser tratada de loca,
cabecitas locas.
Y articulaste otra vez tu muñeca
para sujetarme mejor al asiento, sujetarme otra vez a la idea que el
universo era infinito, que mejor así que siglos nos ha costado,
CIVILIZACIÓN. Que todo estaba en orden y ya era demasiado tarde para
cambiar el estado de las cosas en el que por otra parte tan calentito
se está aveces con monitor TFT para las vistas cansadas, las tapas
de media mañana, gimnasio con jacuzzi, una ducha caliente después
de favores terrenales y la banda ancha saciando nuestra curiosidad.
Y quizás solo sea eso el coste,
un invento para creer superarnos en nuestros limites, zanahoria
delante de coche que consume mucha bencina, Parcelarnos en frondosas
huertas que puedan durar
siempre, peligroso juego de homo
sapiens que ansia la herramienta que nos convirtió en herramientas.
Inalcanzable el costo que no nos
necesita, que todo lo vivo convierte en inerte porque todo lo
requiere estático, constantes con las que juega, que multiplica
como por generación espontánea: interés variable, interés fijo,
interés acumulado, interés que se come al hombre, que lo hace
sumiso, con personas fuera, sin necesidad de hombres. !Muerte al
hombre viva el costo¡.
Desde chicos nos enseñan a penar
el castigo, si no estudias serás un hombre pobre sin futuro, sin
dinero para la escuela bilingüe del niño, sin dinero para el parque
de distracciones de suculenta atracción, un parado mas, alguien sin
pastel. Europa educándome en el "no habrá sombra para todos"
mientras la tecnología iba creando umbrías a un ritmo inusitado,
egoísmo de occidente, que es miedo e ignorancia de occidente.
Y con rotundo ánimo decías que
había que acabar con el valor añadido que le hemos dado al dinero.
Que el dinero es para el trueque, que nosotros no somos el medio del
dinero, que es al revés, que el dinero solo debiera facilitar el
comercio mas justo (ahorro de coste al fin al cabo, herramienta de
los otros).
Y avanzando en semáforo en rojo
entre coches parados arrastras la moto que nos porta hasta la salida,
salida que era el preludio de otra vuelta de tuerca, de la mano que
empuja tu mano que la hace girar. Masa gris rodante. Un Richard
Stallman descubriendo intensiones ocultas en un código oficialista y
subliminal.
Girar el foco en los otros,
porque estaban los otros (la otra parte implicada). Los banqueros,
los que guardan las porciones de pastel bajo llave en el armario
donde a nadie se le permite mirar, donde no se permite pensar. Y de a
una ir sacándolas mientras una larga cola espera a las puertas del
Inem una hora antes de que abra, cada uno con su collar de calaveras,
eterno goteo de pequeñas leves ilusiones. Intangible la esperanza
porque en verdad es como el coste, que no posee cantidad objetiva ni
forma concreta.
Y así otra vez al viento seco de
Madrid para decirme que los impostores del coste, que es como decir
los creadores del solitario beneficio, son los culpables de dar
rienda suelta al costo, de lanzar collares de calaveras al camino,
los que regalan en la cola del paro el costo, el coste, la
estructura rígida, el artilugio comestible. Valer mucho, valer poco,
o no valer nada.
Pero si el dinero significa un
ahorro de coste en las transacciones ¿no se convierte tal vez en la
herramientas de los otros de los que el motorista habla, los del
sartén por el mango?, inventores de la maléfica cuerda que te ata
al mundo limitado, a la mentira piadosa de son solo 40 años de
hipoteca, del todo mundo quieto y documentación, del mucho niños
para un hombre de tan poco futuro, de los que han salido triunfantes
de esta ficticia crisis, que es como todas las crisis, una
justificación para lo que han hecho mal los que crecen por fuera
incontroladamente. Llegado a este punto habría que abolir el dinero,
hacer decrecer al egoísmo mutilando su excusa, forma dramáticamente
efectiva de eliminar la finitud del coste.
Y un rugido más de motor
germánico, que de tan impertinente se ha vuelto necesario, un rugido
inalienable que hiciera inaudible mi preocupación de donde está mi
pastel es este Madrid denso, tupido como la grasa en los entresijos y
gallinejas. Moto yendo más rápido que mi bagaje que aún a ratos se
arrastran persiguiéndome cada vez ya más lejos.
Quizás siempre sentí que los
recursos eran infinitos, que era algo lo que me hacía retrotraerme
a la lógica omnipresente de que todo estaba contenido, algo que se
justificaba obstinadamente, miedo argumentandose a través de la
escuela, del televisor, de la frágil escalera del ascenso,
movimiento de ajedrez fulminante del miedo para acabar concluyendo
que nosotros estábamos incrustados en algo mas abstracto, como en un
código de php no entendido, indescifrable, pasta en blanco.
Era una verdad oculta que se
acercaba a la hipocresía. Verdad que era como aquella viejita que
reconocí entrañable y de la que años mas tarde me dijera la
hermana de Víctor que guardaba en el armario toda clase de
instrumentos sadomasoquistas y que en la noche sorda y nublosa de
Inglaterra, desde su habitación, se oían gritos de verdad oculta
como la del pastel.
No se en que calle quedaron las
palabras que el casco no me dejó escuchar, al igual que no se
en donde queda ahora los canarios
quieren su plato, yo quiero mi plato, si no es el plato una unidad
indivisible y limitada, si no es mi plato, ni el de mi hermano, ni si
quiera el tuyo, es un plato lleno, una moto crujiendo en la eternidad
de los aires espesos de Madrid, en mi pastel de tantos años perdido
en un segundo intenso, un todos que contiene la infinidad de
inacabables platos, un donde está el norte en esta ciudad.
¿Pero que hay para todos en el
eterno hay, en el todo de todos, si yo formé alguna vez hematoma en
la embriaguez , si hay ocasiones en que no hice lo que debía, si el
pecado es inherente al dios bueno culpable de creerse bueno y al malo
de esconder verdad oculta?. Ninguno de ellos tiró la primera piedra
la había robado el coste, y así hasta los dioses budistas tuvieron
que agachar la cabeza economizando respiros. El futuro ya no es lo
que era, estamos solos en esto, solo nos queda la persona, solo la
persona puede derrotar al coste y recuperar el futuro que nos guió
como especie.
(los dioses salieron corriendo o se
vendieron al coste que se presentó en audiencia con traje negro y
gargantillas de oro del que se revaloriza en época de crisis y
usurpó su lugar a algunos de aquellos).
Como todo sigue el brillante
sentido causal del ánimo, animémonos a. Que si, que aquel
programador me lo dijo sobre eficiente moto alemana, en movimiento de
rueda, sacrificio del viento, pensamiento como cuchillo girando en el
vacío, en el segundo latente tras los ojos.
Hay que empalar al coste, hay que
empezar por abajo, primero por los salpicados, los impregnados de
mierda hasta el cuello, los presos del coste de mayor condena, los
pobres mas pobres. y de ahí ir
subiendo poco a poco hasta el salpicador, allá arriba, mas
alto que el corazón, sacar la estaca
por su boca, tapiarle su adoración al coste. Una vez que el palo
asome por el intestino todo será mas fácil, porque la base somos
mas gente y tenemos el verdadero poder aunque no lo sepamos, aunque
no sepamos como es eso de empalar al coste. Así cuando vayamos por
el esófago los banqueros gritarán de terror y se plantearan sumarse
a la mayoría, pues es su propio interés el que les mueve y su
relación con el coste es fútil en el convencimiento y la moral.
Forzar a los discípulos del coste a abandonar una religión que ya
les producirá perdidas, por que de eso se trata, de devaluar el
coste, que es un estado mental, una creencia como el motorista
insinuó. Tenemos la tecnología en nuestras manos, hagámoslo,
aunémonos, hagámonos.
Y después... un bache que me
hiciera un segundo antes sostenerme sobre mis pies para evitar el
golpe que ya era inevitable. Una huida entre dos coches, un menguante
día de otoño que aún es caluroso aquí donde hoy calló un tenique
como un rugido perpetuo en la idea, como una moto en el regreso.
Pero … ,¿y que harán los
que no se aúnen?. Ellos se refugiaran en instituciones arcaicas con
problemas de base. Irán llorando al banco mundial, a la organización
mundial del comercio, a el fondo monetario mundial, a los bancos o a
los estados que gobiernan el mundo . Todas estas instituciones
justificaran a los replegados hasta que pierdan definitivamente el
poder del coste, Entonces nos vendrán temblando.
El fondo monetario mundial
alegará que no querían, que se vieron obligado, que ellos solo
hacían su labor, que la culpa es de los estados que acataron
inmoralmente sus decisiones sin plantear una alternativa mejor,
estados sin postura critica y estados con el privilegio del
patriotismo, estados que ya no controlará.
Los países a su vez echaran la
culpa a la organización mundial del comercio que habrá dejado de
decidir que países pueden o no estar dentro del mercado mundial, y
que a su vez dirán que si los bancos o estados unidos mientras el
resto de estados pobres lo acusara de odiar a los algodonales de Senegal o el arroz de Haití.
Y el banco mundial en un último
intento de controlar la situación propondrá poner su cede en el Aaium pero ya la oleada subsahariana habrá empezado a cruzar el
sahara, el tiempocronometro cotizará en negativo y ni la onu podrá
salvarla, pues estará muy preocupada en captar naciones adeptas al
antiguo orden, quizás entonces se ocuparan una isla donde habiten
todos los que en el pasado entronaron al coste.
Algunos de ellos, los más
sinceros, agonizantes, intentarán más que conservar su porción de
coste salvarse de la desilusión,
pues en verdad no se trata de un demonio impersonal y malévolo, es
mas bien una convicción en valores equivocados, una desilusión
de las ideas que a algunos les será imposible abandonar.
Todos estarán esperando algo que
resucite la ilusión que convertimos en obsoleta, porque para
nosotros ya no será aceptable disociar a la persona, porque
integramos al sentimiento y al pensamiento, a la palabra y a la
acción, a la mano y a la cabeza. Teoría del decrecimiento aplicada
esta vez a los sentimientos equivocados, consumiremos menos de esto,
menos de una ilusión que quedó en la cuneta, mas acá o mas allá.
Entonces, imagino, olvidaré que hubo alguna vez un pibe del
polígono hablándome de la solución a tanto pobre, que según él
sería la aniquilación de los mismos, ahorrar al mundo semejante
carga , cuadrar las cuentas que organizan al mundo cuadrado. Galeano
denunciando a los que justifican la pobreza como el justo pago a la
ineficiencia, ¡elimina la pobreza mata un pobre reza la eficiencia
del costo!.
Los que no puedan soportar el
nuevo orden harán como el alacrán del que hablaba el padre del
quillo, cuando lo colocó en un cacharro con fondo para que no
escapara y lo puso al fogón, el alacrán se agitaba rabiosamente
intentado escapar, cuando la temperatura rozó lo cruel el alacrán
arqueó su aguijón hacia su cuerpo y lo clavó pereciendo en su
propio veneno. Veneno que habrá dejado de tener mortalidad para la
persona porque seremos inmunes mostrando indiferencia al coste.
Pero para entonces será tarde
porque habremos creado nuestras propias instituciones de manos de una
tecnología que nos incentivará la esperanza, una tecnología que
nos salvara pero no al estilo de un dios sino de verdad, sin engaños
. Las decisiones serán porciones de todas las decisiones
individuales. Habrá parlamentos virtuales en los que la voluntad de
todos estará presente y cada resolución tendrá que ser confirmada
por un referéndum, una consulta que convertirá la representación
ciudadana en su expresión máxima. Votantes internautas porque la
brecha digital será algo del pasado, y todos tendremos acceso a la
información del humano para el humano en un inagotable ancho de
banda que la tecnología habrá resuelto para crear aplicaciones en
las que los ciudadanos manifiesten que lado de su plato escasea.
Y ya no habrá escusa de costes cuando
cada decisión ejecutiva requiera del sufragio universal virtual. La
información no será lujo y viajará libremente de cabeza a cabeza.
La teología intentara captar a
algunos, reclamará su puesto pero le recordaremos como fue que
alguna vez la guardia suiza del vaticano fue cazando protestantes
campesinos por toda Europa, o como fue que chií o suniis se comían
entre ellos por una interpretación diferente del Corán, pues
¿quienes sujetos son capaces de interpretar lo mismo de la lectura
de un libro? Y recordaremos a los judíos que el verdadero pueblo de
dios es el que guían su destino libremente sin oprimir a terceros.
No habrá vuelta atrás y se
refugiaran . Todo estallará y será como una lluvia de hojas secas
en el corazón y un bípedo de dos ruedas trepando por el otoño
madrileño hasta la calva del mundo en un estado que se derrite a
medida que se pierde el verano, que se pudre en el olvido, en la
estrella que se perdió, que ya no guía, que ya ni tan siquiera se
busca.