Se metió en el agujero
del grifo orientando las antenas con acuciante sed y nervioso paso
sabiendo que en cualquier otro estado no se atrevería a tanta
urgencia. Una vez más estaba ocupado. Decidió sin más dilación
dirigirse hacia las gotitas de orines que solía dejar el pequeño de
la familia en el borde de la taza del bater, una tibia bebida que a
pesar de todo aliviaba las sofocantes noches de septiembre en las
palmas. Notó algo parecido a un terremoto y sintió que el mundo
giraba sobre sus antenas, de forma acelerada vio la cara del cabeza
de familia. ¡Ñak!.
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