Hace algunos días leí en un periódico de tirada provincial de cuyo nombre no quiero acordarme un artículo intrigante como radiografía trucada de un supuesto enfermo. Contaba y callaba este artículo acerca del sector primario en canarias. Narraba este ilustre analista que la gente joven de hoy en día no deseaba el campo, que veían muy duro el trabajo en él y preferían dedicarse a otra cosa (¿acaso la construcción?), lo que estaba provocando un abandono progresivo de tareas tradicionales surgidas del campo y su antigua manera de cultivarlo. Y a mi (culpable de observar) se me vino a la mente mi buen amigo Jose el pitxón. El pichón es un pibe de uno de esos barrios de Las Palmas surgidos de la huida de los humildes de la parte baja de la ciudad o emigrados (como es el caso de sus padres) de islas menores como Fuerteventura que a Las Palmas venían a buscarse la vida en algo como una patera pero mas grande. Él fue crecido en el barranquillo de Don Zoiro, pero lo mismo podría ser del risco de San Nicolás (o triana alta según quien diga) o San José o cualquier ladera repleta de casas hechas con manos de propietario pobre.
A sus 23 años el pitxón es él, Cataysa y Nuaset de 13 meses y fruto de ambos, y su circunstancia el paro. Cataysa, la mujer de la que está enamorado, fue hasta hace pocos meses becaria, con lo que ello supone, y ahora busca deseosa su puesto en esta hermética sociedad. Él estudió capacitación agraria en la granja escuela allá por San Mateo, amante de su cultura y la tierra que lo sustenta siempre quiso ser agricultor y cultivar el tiempo para no olvidarlo. Varias veces ha intentado nuestro pitxón trabajar el campo buscando en fincas verdes de plataneras o blancas de almendros en flor o salpicadas del amarillo de las piñas o de cualquier color de los que se comen, preguntando a los pocos agricultores que quedan y que apenas pueden sustentarse solos. Aún sigue buscando.
Y mucho menos tener acceso a la tierra cuyo futuro está ya reservado a un apartamento o a un chalet. Los últimos 9 meses antes de entrar en paro estuvo trabajando en césped sobre el que rodará arrugadas bolitas blancas. Relegado, resignando a cultivar campos de golf el pichón. Porque detrás de la tierra, encima de ella, lo que hay es un plan persistente de desmantelamiento encubierto del sector primario. LA JUVENTUD NO QUIERE TRABAJAR EN EL CAMPO, escribía algún periodista, partidarios del monedero, come sobras de los gordos relevos de la costumbre colonial de cagar mas mierda que nadie sobre más gente que nadie. Y es que el señor feudal existe en canarias y es un político, el heredero de las mentiras, los testaferros y la especulación. Mentiras durareras y sólidas como teniques, otras sutiles y oportunas como presencia de perenqué.
¡SI!, en estas ensalitradas tierras lejanas de todo, en el medio de todo, tú pichón, no puedes, no debes, tú en verdad, dicen, no quieres. Desde que hace décadas un tal Fraga planeara la revolución turística para canarias distribuyendo la mano de obra del sector primario al turístico las políticas para con los agricultores han sido de desgaste. El aguateniente se sustituyó ya por el turismoteniente, el inmoviliarioteniente, el especulateniente, en definitiva cambiar uno por otro.
Y espero que no se me malinterprete la perspectiva pues el problema no está en la horizontalidad, canarias siempre fue tierra hospitalaria, receptora de flujos desde sus orígenes, humanos de cualquier color, lugar o vocación venidos en carabelas, pateras, cayucos o vuelos regulares. El problema señores está en la otra perspectiva, en la verticalidad que golpea de arriba hacia abajo y que no permite rebotes. Pero no cuenta este periódico (tan canario él regalando figuritas de ajedrez folklórico) con la rebelde canariedad del pichón, carácter bereber que no cesa, no se cansa, al golpito como pacientes siguen creciendo los dragos. A la vuelta pichón, en nuestro cómplice silencio, nos echaremos un pizco de ron y hablando de cualquier cosa nos reiremos de lo mal que nos va.
Awañak pa ti y los tuyos pichón.
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