domingo, 11 de mayo de 2014

MUROS 2 : La ceguera de Balaguer.

      En el país de los apagones cuando se va la luz se va el agua, se pierde la carne y las ganas de leer. Luces de pergamino nacen en las noches de estos días, lámparas de queroseno come ojos de luz pobre para los pobres y para los algo más resueltos generadores que inunda de ruido el bullicioso Santo Domingo.
       Hasta este lejano país, país flotante, viajó el rey en la tierra de los cristianos. Para tan alto honor se construyó un muro sin ladrillos ocres, muro alto y duro, puro hormigón gris de alta sombra con cruces de relieve a su largo al estilo del más galán cementerio. Todo él custodia el panteón donde el rey de los cristianos pasará lento y pesado de espíritu por el país de la alegría y la celebración carnal. Limpio mármol blanco hay bajo los santos pies en el país donde cada hombre lleva el negro tras la oreja.
       Al otro lado del muro se oculta el barrio Villa Duarte, con sus depósitos de agua en lo alto para los días sin electrificar y otros improvisados por el capricho del tiempo y la dejadez institucional. Un montón de latas y todo tipo de chatarra huérfana de recogida donde incuba el dengue, transmisor de enfermedad sin erradicar en esta tierra roja donde pasean las proliferas ratas. Se esconde también sin corriente que dar los ríos caudalosos faltos de infraestructura hidroeléctrica en el temprano anochecer de los días caribeños. Tras el muro, desaparece la isla entera.
       Para tan honorífica llegada se limpió la abarrotada calle Duarte de los olores a comida preparada de los puestos callejeros, y también las esquinas se quedaron mudas de la viveza de los colmados, centros de comunión vecinal. Muda, ciega e inodora quedó Santo Domingo.
       Obra faraónica de Balaguer, aquel año, 5º centenario de no sé que cosa, inaugura el papa el panteón “faro de colón”, que alza al cielo 157 potentes haces de luz de incontables kilowatios para formar una cruz en el cielo. Muy de blanca vestimenta se arrastra el papa hacia el haz mientras muchas cabezas negras asoman desde las pocas casas que sobrepasan el muro. Todo oscuro, todo negros los dominicanos ven los grandilocuentes haces perderse en la opaca noche. Desde una perdida ventana del barrio de Villa Duarte una niña, de pie sobre una pila de libros, mira los haces de luz y sueña que se caen derramándose sobre toda la ciudad.
        El presidente Balaguer, quien fuera ministro con el dictador Trujillo, gobierna los últimos años de su vida en la más absoluta ceguera.


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