viernes, 16 de mayo de 2014

VALPARAISO.

     En mañana bulliciosa despierta en la ventana el mercado de Valparaíso. Desde temprano a gritos se oye el reclamar de vendedoras de calle sucia, se inunda el calor de este verano de frases aromáticas: “a 100 pesos, a 100 pesos lechuga española chiquilla!” y “pimentón!, choclo casera!”, “papas de sereeeena” y toda la verdura que cabe del mar pacífico a la cordillera de los Andes. Y al acabar, solo sobras de verduras y frutas desparramadas por el suelo, olor a restos de pescado y mariscos.
    Como Ciudad cultural que es, en micro viajan poetas vendiendo lo suyo, recitando directo a la gente que sin barreras escucha. Una poesía más social, mas de todos. “Y el puerto para los artistas” comenta Juan Carlos que desde su sombrero amplio vislumbra el mundo como si Valparaíso fuera, nada mas y nada menos, que una parte de él.
    Pasean sonoras de voces las gentes por sus avenidas marítimas mientras allá en lo alto se intuye el silencio de los cerros. Algún cerro se alimenta de artistas. Se juntan ellos en el taller con olor a soldadura de Willy, taller desde el que saldrán bicicletas de 3 ruedas, de 3 metros, de 3 manillares, con 3 malabaristas.
   Y aquel lobo marino varado en el dique no se molesta, porque subirá la marea, es quien se sabe libre esta enorme bola de grasa. Tan ausente del mundo en sus orillas, tan fresca Valparaíso, que de enfermedad caigo prendido después de bañarme en sus aguas gélidas.
   Siglos después, ya en la patria chica, leo que ardieron los cerros y recuerdo que para mi Valparaíso no venía sola . Venía con Coni, estrellita blanca Coni, estrella humana Valparaíso.




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