lunes, 12 de mayo de 2014

ROJO

     A la edad de 13 años Pepe Rebelde fue acusado de socialista y encarcelado en la prisión de Baza con otros compañeros, racimos de tomates del cual él era apenas un cherry. Pero como siempre corre algún escaso rio subterráneo hasta en los desiertos mas áridos, Pepe Rebelde pudo terminar sus estudios de bachiller en prisión gracias a un tal José Becerril, compañero profesor de cara de sandía que contra todo desierto culturizaba a los que se les pretendían secos de ignorancia. Una foto de este profesor viajó con Pepe Rebelde toda su vida, foto que desempolvó de entre los aparatos de radio años más tarde cuando se enteraría del fusilamiento de quien todo lo enseñó gratis. Recuerdo de lo bueno que no se quiere olvidar.
     Porque de familia marcada venia la cosa, ya Mama Rebelde había padecido el haber nacido en zona incandescente y los tíos también hubieron de probar cárcel, así como el hermano que sombreado pasara 2 años de su vida en las tristes prisiones de Franco.
     También hubo una hermana, hermana rebelde obligada a hincar las rodillas como vejación en el sucio suelo de aquella cárcel donde sus hermanos estaban recluidos, frotando la rabia contra el suelo hecho de lágrimas, rencor, odio y todo lo malo que un mal gobierno genera. Hermana Rebelde murió de tuberculosis durante la guerra, sola, esperando a sus hermanos que jamás salieron de su encierro a tiempo de despedirse. Esto quedaría grabado en Pepe, justo en ese sitio donde nunca se quiere mirar, vergüenza de memoria histórica.
    Tiempo largo pasó construyendo su primer aparato de radio Pepe Rebelde, radio que terminaría la noche antes de la incorporación a filas, radio que traía las cercanas voces legales y las lejanas prohibidas, radio ausente en los 3 años que duraría el servicio militar.
    Encarna Rebelde había perdido a su padre, un guardián de la república que se la pasó huyendo durante toda la guerra hasta que fue apresado. Con los años, enfermo de maltrato y cárcel se le soltaría para que acabara muriendo en familia. Así de destruido lo cuidó por última vez Encarna, cosa que jamás tampoco olvidaría. Marcada de familia al igual que Pepe en esta España rígida y atrasada.
     Descorchando niños al mundo, Encarna luchadora, Encarna dulce y cariñosa comadrona, fue ganándole al tiempo años. Y como quien junta el hambre con las ganas de comer, Pepe y Encarna rebeldes caminaron los caminos que acaban juntándose y se unieron. De viaje de novios fueron 15 días a Madrid donde le ofrecieron trabajar para la casa de aparatos de televisión Marconi. Pero a pesar de que su vida en el pueblo estaba ya proscrita y sin posibilidad de trabajo, rechazó la oferta prefiriendo montar su propio negocio, pues para Pepe tanto era fascista el uno como el otro. En tan solo dos años tres rosados hijos florecieron y es que nunca una unión dio de si tanta rebeldía junta.
     Ella iba a cortijos y cuevas sin agua caliente o luz, zonas pobres donde trabajaba como comadrona para la beneficencia por algo de dinero del ayuntamiento. Lo mismo era requerida a las 5 de la mañana que a las 5 de la tarde, pues el que viene aún no tiene horario y nunca se sabía cuando se la podía reclamaba en algún parto.
     Encarna Resistencia, era defensora de la vida en un país hecho de muertos. Como aquella vez que dijo no a aquella familia de hogar de cueva que pidió registrar el parto de uno solo de los gemelos porque dos bocas eran muchas bocas para una cueva sin pan en un país como aquel. Ganas de ganar al tiempo su despecho de injusticia infundada era Encarna Rebelde.
     Él, de rebeldía avispada, iba atento a todo lo que se movía en un país donde nada ya se movía. Como cuando recibía sobre aviso de noche de rapto, aviso de un guardia civil viejo amigo de infancia, porque según Pepe hasta en el infierno había que tener amigos. Así se organizaba a la familia por si urgía escapar. Se hacía preciso estar bien comunicado, tender una red logística para la escapada. Amigos del color, hermanos, hijos y mujer estarían preparados para ocultarle y en su ausencia los hermanos se encargarían de la familia, negocio y casa. Duro de cazar este águila del tono del atardecer.
     Los hijos sabían instintivamente que de eso no se debía hablar en la calle, que la radio que escuchaba papá era solo de y para papá. Pero aun así tampoco ellos se libraron de la represión. Mari Luz Rebelde, 2 º hija de los Rebeldes, estudió en el colegio donde en tiempos de su padre había sido cárcel de mujeres. Sentada en pupitre donde sus tías abuelas habían sido encarceladas recibió también su dosis de miedo, sistema educativo reprimiéndole su condición de hija del color. Como cuando la profesora maría mercedes, pieza residual del régimen, le hacía permanecer con la labor de costura mano en alto, o cuando sádicamente colocaba una pinza de ropa en la lengua de sus alumnos, o cuando te encerraba en un cuarto trastero oscuro hogar de ratas, o cuando los domingos entregaba chapita en la puerta de la iglesia y el lunes preparaba castigo a quien no la tuviera o cuando la mala educación, la atemorizante, la del miedo, gobernaba aquel país. Así aquella niñita rubia de ojos azules y saltones como mar en reboso descubrió el rechazo de todo un sistema al encarnado que su padre abanderaba.
    También otras instituciones públicas locales hacían su aportación al apartheid contra el color de la cereza. Ayuntamiento de alcalde oscuro que negara licencias, como el permiso para un toldo que impidiera que el sol estropeara los aparatos de radio del escaparate.
    Con el tiempo su negocio de la calle la Cabeza prosperó, y en el centro de Granada aparatos de radio y hasta damas de Baza se vendían por doquier. Colorados de envidia se pusieron los que se ganaron España, volcanes de lavas ácidas impotentes de petrificar tanto arrastre rebelde.
    En esta prosperidad casi milagrosa Pepe Desafiante se compra un coche nuevo oscuro, negro como una novela policíaca al estilo del Chicago más rebelde. Y porque hay colores y colores, don Pepe Rebelde pinta su coche de un vivo color sangre, que según él no destiñe.


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