Héroes nacionales son los
almirantes Sir Francis Drake y Nelson. Piratas
tratados como ejemplo patriota, que saqueaban y robaban al amparo del
imperio británico. Figuras tratadas como piratas eran los
cambulloneros, traficantes que fuera de la ley unas y al amparo de la
autoridad portuaria otras, vendían o hacían trueque con los barcos
que por el puerto de Las Palmas pasaban.
En el auge del puerto, cuando la
necesidad en la posguerra arrebató a los canarios el plato y la
penicilina, el cambullonero se convirtió en la salvación del
agricultor y el artesano, traficando con la habilidad del hambre
comida y medicinas. El hambre de criadores de pájaros canarios, de
las tejedoras de calados, de fabricadores de timples. Y hasta en la
oscuridad de una noche sin luna navegaban en chalana muy ruidosa
hasta las costas africanas donde intercambiaba telares de ingenio por
provisiones.
Como la inteligencia ha de ir
acompañada de la organización, los
cambulloneros se agrupaban en Taifas, grupos organizados de mano
de obra especializada sin amo ni dueño. Así el cambullonero es
tratista cuando compraba mercancía en los barcos, chico-bote cuando
de muchacho se refiere y ayudaba remando, escalando al barco,
cargando y descargando, o incluso escapando en saltos de barco en
barco cuando por autoridad portuaria era perseguido; Avisador cuando
recorre las casas de los cambulloneros para avisar de la llegada de
un buque; Vigía cuando señalaba con banderas la aproximación de
los barcos por La Isleta; Recaudador cuando Recogía entre las
taifas las divisas para ir a cambiarlas en los bancos; Bombista
cuando de Cambullonero veterano se trataba siendo jefe de una
taifa. Los había especializados en pájaros canarios, en telares, en
bisutería, en frutas. Los habían expertos, como especializado
sociólogo de la necesidad , en barcos rusos, británicos,
holandeses, etc.
Y si la cosa se ponía mala y el
capitán era remiso a permitirte el acceso al barco, tu identidad
cambiaba cual carnaval convirtiéndote en práctico, pues la
legalidad era un mero obstáculo entre la comida y tu pueblo.
Siempre se te criticó tu
semblante serio, mirada sin concesiones, porque tu lucha era diaria y
tenia muchas lenguas. Capaz de comerciar con rusos, holandeses,
británicos, alemanes, marroquíes, saharawis, mauritanos,
senegaleses sin importar condición política o del color por fuera.
Así nació tu nombre, bautizado por algún ingles que te invitara a
cubierta con el come-on-buy.
Y
es que lo que el cambullonero no podía conseguir es que aún no se
había inventado, pues hasta la vida regalaban trayendo
a través de sus trapiches la penicilina que de modo legal jamas
arribaron a estas costas en época de posguerra.
Negocio multinacional para
alimentar a los tuyos, porque jamás te pudieron reprochar que te
hubieras olvidado de tu pueblo, pues por él era lo que hacías sin
importar acabar en el cuartelillo de la calle Doctor Rosas durante
algunos días o con multa o con embargo de la lancha o en el peor de
los casos con un juicio por contrabando en Cádiz.
Capaces de vender una radio a un
sordo eran el mejor representante del espíritu de supervivencia de
un pueblo que nació de la supervivencia. Peleón, rebelde,
embustero, porteño, busca vidas con el que canarias jamás saldará
su deuda histórica. ¿Que
café, mantequilla, pan, latas de carne, leche en
polvo, tabaco rubio, y hasta maquinas de fotografiar alemanas iban a
llegar en tiempos de hambre sino es la que el tráfico del cambuyón
conseguía?. Son el virtuosismo del carácter isleño, ingenio de
desnutrido, clarividencia desarrollada por la necesidad. En aquella
vida de escasez el canario quiere su plato y el cambuyón se lo
provee. En la otra vida, en esta o en cualquier otra isla, yo quiero
muerte de cambullonero.
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