viernes, 9 de mayo de 2014

CAMBULLONEROS

     Héroes nacionales son los almirantes Sir Francis Drake y Nelson. Piratas tratados como ejemplo patriota, que saqueaban y robaban al amparo del imperio británico. Figuras tratadas como piratas eran los cambulloneros, traficantes que fuera de la ley unas y al amparo de la autoridad portuaria otras, vendían o hacían trueque con los barcos que por el puerto de Las Palmas pasaban.
     En el auge del puerto, cuando la necesidad en la posguerra arrebató a los canarios el plato y la penicilina, el cambullonero se convirtió en la salvación del agricultor y el artesano, traficando con la habilidad del hambre comida y medicinas. El hambre de criadores de pájaros canarios, de las tejedoras de calados, de fabricadores de timples. Y hasta en la oscuridad de una noche sin luna navegaban en chalana muy ruidosa hasta las costas africanas donde intercambiaba telares de ingenio por provisiones.
     Como la inteligencia ha de ir acompañada de la organización, los cambulloneros se agrupaban en Taifas, grupos organizados de mano de obra especializada sin amo ni dueño. Así el cambullonero es tratista cuando compraba mercancía en los barcos, chico-bote cuando de muchacho se refiere y ayudaba remando, escalando al barco, cargando y descargando, o incluso escapando en saltos de barco en barco cuando por autoridad portuaria era perseguido; Avisador cuando recorre las casas de los cambulloneros para avisar de la llegada de un buque; Vigía cuando señalaba con banderas la aproximación de los barcos por La Isleta; Recaudador cuando Recogía entre las taifas las divisas para ir a cambiarlas en los bancos; Bombista cuando de Cambullonero veterano se trataba siendo jefe de una taifa. Los había especializados en pájaros canarios, en telares, en bisutería, en frutas. Los habían expertos, como especializado sociólogo de la necesidad , en barcos rusos, británicos, holandeses, etc.
    Y si la cosa se ponía mala y el capitán era remiso a permitirte el acceso al barco, tu identidad cambiaba cual carnaval convirtiéndote en práctico, pues la legalidad era un mero obstáculo entre la comida y tu pueblo.
    Siempre se te criticó tu semblante serio, mirada sin concesiones, porque tu lucha era diaria y tenia muchas lenguas. Capaz de comerciar con rusos, holandeses, británicos, alemanes, marroquíes, saharawis, mauritanos, senegaleses sin importar condición política o del color por fuera. Así nació tu nombre, bautizado por algún ingles que te invitara a cubierta con el come-on-buy.
    Y es que lo que el cambullonero no podía conseguir es que aún no se había inventado, pues hasta la vida regalaban trayendo a través de sus trapiches la penicilina que de modo legal jamas arribaron a estas costas en época de posguerra.
    Negocio multinacional para alimentar a los tuyos, porque jamás te pudieron reprochar que te hubieras olvidado de tu pueblo, pues por él era lo que hacías sin importar acabar en el cuartelillo de la calle Doctor Rosas durante algunos días o con multa o con embargo de la lancha o en el peor de los casos con un juicio por contrabando en Cádiz.
    Capaces de vender una radio a un sordo eran el mejor representante del espíritu de supervivencia de un pueblo que nació de la supervivencia. Peleón, rebelde, embustero, porteño, busca vidas con el que canarias jamás saldará su deuda histórica. ¿Que café, mantequilla, pan, latas de carne, leche en polvo, tabaco rubio, y hasta maquinas de fotografiar alemanas iban a llegar en tiempos de hambre sino es la que el tráfico del cambuyón conseguía?. Son el virtuosismo del carácter isleño, ingenio de desnutrido, clarividencia desarrollada por la necesidad. En aquella vida de escasez el canario quiere su plato y el cambuyón se lo provee. En la otra vida, en esta o en cualquier otra isla, yo quiero muerte de cambullonero.


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