miércoles, 8 de julio de 2015

Efectos Fisiológicos del Alma III: La mili sin erección.


   Una vez dije que algún día escribiría sobre aquel barranco y todo fue cosa de esperar como se espera pacientemente nueve meses.
   
   Largo tiempo estarán los reclutas recién llegados a la UNIR de infantería marina antes de que puedan salir del cuartel Manuel Lois allá en las Torres, en la periferia del ultrasur, la periferia donde franco planeara el ocaso de España.

   Una vez trasquilados, se les numerará perdiendo nombre, rostro y personalidad. Pasarán un mes sin salir de un barranco poblado de garitas arrestadas por suicidios no permitidos, un barranco que les absorbe los segundos como hilo en callo drenando el líquido redentor de pies en maniobras, de ojos temblorosos que parpadean las lágrimas que el suelo del barranco absorbe. Un adiós a la novia, a los amigos y a la familia para hacerse un hombre.

   Pero ya va para una semana agotadora que los pelados se encuentran en el barranco de las Torres y cierto desconcierto reina en los recién llegados. Se les oye murmurar en las duchas, en las bañeras donde se raspan las perolas del regimiento, en el cambio de guardia cuando nadie les ve o en las confidentes imaginarias de los que entraron llorando juntos, hermanos de ahora en adelante. Comentan en la intimidad del dolido por dentro que la bandera ya no se iza, que si al final va ser verdad esos insultos del cabo de que somos como niñas, que no valemos para nada.

   Otros comentan que están echando algún veneno en el desayuno para que no nos acordemos de la novia o nos de por la homosexualidad entre tanto macho, otros ya ni piensan en eso y solo esperan el mes que acabará con dos días de libertad.

   Pero lo cierto es que los reclutas se levantan con un grito a las 5 de la mañana, se les empuja, se les golpea, se les humilla, se les pisa la autoestima y se les niega el ser porque han dejado de ser seres humanos para ser enseres de guerra.

   Niñas, idiotas, inútiles, fracasados es todo lo se les permite oír en todas las horas de todos los días durante un eterno mes. Y en algunas noches de frío se les despierta sorpresivamente para castigar con cualquier excusa el ser nuevos en esto de hacer la guerra, miedo que se come al hombre recién uniformado. Y es que no hay pócima que de más impotencia que la pócima del miedo.

   Así a los 23 años aquel recluta flaco comprendió que lo militar cohíbe a la especie y va contra el proceso natural de reproducción, se evidenciaba para él que la vida castrense era contranatural. Y es que a aquellos reclutas el barranco también les absorbió la hombría.



(Escrito al acabar el servicio militar en la unidad de intervención rápida de infantería marina, en el 97, no recuerdo de que mes, no sirvió de nada tanto arresto y maltrato, sigo llevando los zapatos sucios y sigo sin considerarme español. El cuartel ese ya no existe y yo sigo en el planeta).


No hay comentarios:

Publicar un comentario