Sobre pasada la circunstancia de estar trabajando con una máquina, la aptitud del operario ha de ser neutra, levitando cualquier prejuicio que llegue a tocar a la máquina. Pues aunque a priori una máquina ni siente ni padece, en indeterminados momentos pudiera parecerlo.
El incoming, como el propio nombre
de la máquina indica, es un conjunto de platos que dispuestos en una
bandeja plástica viajará hasta las entrañas de esta para salir
como un outcoming reluciente. Pero no nos confundamos, en el fondo
esta máquina no transforma nada, los platos serán los mismo y hasta
algo de su composición abstracta de incrustaciones de fish and
chips, peppercorn sauce, mushroom sauce o gravy perderá. Pero esa
perdida no ha de conmocionar a un kitchen porter, pues en esencia su
labor es precisamente esa, la desintegración de la expresión
artística creada por el hambre de los customers.
Otra consecuencia artística inherente
a la máquina resulta ser de naturaleza rítmica, un traqueteo que ha
de ser adaptado por la imaginación de nuestro operario,y en
beneficio de su salud mental, a una rumba cubana o quizás rozando la
espiritualidad de un rancho de ánimas de Tiscamanita.
Cada cierto tiempo esta máquina
también necesita ser alimenta. Su sustento consiste en unas sales
que introducidas en su correspondiente orificio hará apagar la luz
indicativa de su necesidad.
Su relación con el operario será
siempre la misma, él la alimentará y ella le escupirá un outcoming
brilloso de tacitas de té, platos elípticos, redondos y hasta
cuadrados, y algún tub donde se depositará chillie beet, mushy
peas, curry o algunos seabass de océano atlántico.
Todo cabe en esta máquina tras un
apresurado juego de tetris del operario. Todo menos utensilios de
madera de la nomenclatura culinaria, véase cucharones y tablas de
cortar zanahorias y limones, ni tampoco naifes. La razón nada tiene
que ver con la negación de la máquina a aceptar objetos que sirvan
para cortar, ni de una aversión a todo lo que combustione, su razón
mas bien es de tipo preventiva, pues los productos utilizados por la
máquina para la limpieza podría generar un desgaste prematuro de
los utensilios.
Los sartenes tampoco tienen cabida en
esta máquina, pues su deterioro significaría la adición de restos
de comida tras su utilización, echo que obligaría al operario a
restregarlos con un estropajo metálico que se clavaría en sus manos
desgastadas, cosa que queremos evitar.
El operario ha de ayudar a la máquina
en su función, pues ella por si sola no pasará de esterilizar los
dishes pudiendo quedar restos de grasa si antes no se ha enjuagado y
hasta estregado los mismos. Es la parte humana necesaria a toda
mecanización.
Seremos cautos a la hora de decir que
esta máquina no siente. Pues en ocasiones, incomprensiblemente para
el operario, la máquina dejará de succionar el agua con que lava
los platos. Se desaconseja meter mano a todo aquel que desconozca la
máquina, y el kitchen porter ha de tener la paciencia de no
forzarla. Es el momento de llamar al técnico. El diagnóstico suele
ser algún resto atascado en el corazón de la máquina, que no deja
de ser una bomba de succión. Tal escenario genera una apatía en la
máquina que la hará desistir en su labor.
Pero esta máquina es fuerte, esta
habilitada para soportar incluso algún improperio ante la
frustración de un kitchen porter latino. Ella, la máquina, no se
inmutará ante el despropósito del operario.
En concreto esta máquina de la que
hablamos, antes ojos que no sepan ver su realismo mágico, es una
pobre máquina algo loca que no habla, una máquina aburrida que
ingiere objetos duros, viejos, fríos o sucios. Pero la realidad es
que genera muchos sonidos, es lúcida en su trabajo, se mantiene
joven en su función, extrae la suciedad de los platos que saldrán
calientes de ella y hasta ablandará algún tub plástico. Esta
máquina, para asombro de chefs y foráneos, trabaja cada día.
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