lunes, 3 de noviembre de 2014

Funcionamiento de una máquina lavaplatos inglesa.


   Sobre pasada la circunstancia de estar trabajando con una máquina, la aptitud del operario ha de ser neutra, levitando cualquier prejuicio que llegue a tocar a la máquina. Pues aunque a priori una máquina ni siente ni padece, en indeterminados momentos pudiera parecerlo.

   El incoming, como el propio nombre de la máquina indica, es un conjunto de platos que dispuestos en una bandeja plástica viajará hasta las entrañas de esta para salir como un outcoming reluciente. Pero no nos confundamos, en el fondo esta máquina no transforma nada, los platos serán los mismo y hasta algo de su composición abstracta de incrustaciones de fish and chips, peppercorn sauce, mushroom sauce o gravy perderá. Pero esa perdida no ha de conmocionar a un kitchen porter, pues en esencia su labor es precisamente esa, la desintegración de la expresión artística creada por el hambre de los customers.

   Otra consecuencia artística inherente a la máquina resulta ser de naturaleza rítmica, un traqueteo que ha de ser adaptado por la imaginación de nuestro operario,y en beneficio de su salud mental, a una rumba cubana o quizás rozando la espiritualidad de un rancho de ánimas de Tiscamanita.

   Cada cierto tiempo esta máquina también necesita ser alimenta. Su sustento consiste en unas sales que introducidas en su correspondiente orificio hará apagar la luz indicativa de su necesidad.

   Su relación con el operario será siempre la misma, él la alimentará y ella le escupirá un outcoming brilloso de tacitas de té, platos elípticos, redondos y hasta cuadrados, y algún tub donde se depositará chillie beet, mushy peas, curry o algunos seabass de océano atlántico.

   Todo cabe en esta máquina tras un apresurado juego de tetris del operario. Todo menos utensilios de madera de la nomenclatura culinaria, véase cucharones y tablas de cortar zanahorias y limones, ni tampoco naifes. La razón nada tiene que ver con la negación de la máquina a aceptar objetos que sirvan para cortar, ni de una aversión a todo lo que combustione, su razón mas bien es de tipo preventiva, pues los productos utilizados por la máquina para la limpieza podría generar un desgaste prematuro de los utensilios.

   Los sartenes tampoco tienen cabida en esta máquina, pues su deterioro significaría la adición de restos de comida tras su utilización, echo que obligaría al operario a restregarlos con un estropajo metálico que se clavaría en sus manos desgastadas, cosa que queremos evitar.

   El operario ha de ayudar a la máquina en su función, pues ella por si sola no pasará de esterilizar los dishes pudiendo quedar restos de grasa si antes no se ha enjuagado y hasta estregado los mismos. Es la parte humana necesaria a toda mecanización.

   Seremos cautos a la hora de decir que esta máquina no siente. Pues en ocasiones, incomprensiblemente para el operario, la máquina dejará de succionar el agua con que lava los platos. Se desaconseja meter mano a todo aquel que desconozca la máquina, y el kitchen porter ha de tener la paciencia de no forzarla. Es el momento de llamar al técnico. El diagnóstico suele ser algún resto atascado en el corazón de la máquina, que no deja de ser una bomba de succión. Tal escenario genera una apatía en la máquina que la hará desistir en su labor.

   Pero esta máquina es fuerte, esta habilitada para soportar incluso algún improperio ante la frustración de un kitchen porter latino. Ella, la máquina, no se inmutará ante el despropósito del operario.

   En concreto esta máquina de la que hablamos, antes ojos que no sepan ver su realismo mágico, es una pobre máquina algo loca que no habla, una máquina aburrida que ingiere objetos duros, viejos, fríos o sucios. Pero la realidad es que genera muchos sonidos, es lúcida en su trabajo, se mantiene joven en su función, extrae la suciedad de los platos que saldrán calientes de ella y hasta ablandará algún tub plástico. Esta máquina, para asombro de chefs y foráneos, trabaja cada día.



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