Era
Coni a los 7 contando historias de miedo a los niños de su edad que
asustados creían mundos imaginados por ella. "Se asustan, son
tan tontos" decía para sus adentros. Maña de mucho pensar
decidió rentabilizar este suceso. Recorrió las casas de su cuadra
entregando tarjetitas escritas a mano donde se leía "hoy gran
función de títeres, entrada solo a 300 pesos, de 5 a 6 de la
tarde". Luego organizaba a sus dos hermanos algo mas pequeños
para que fueran acomodando a los espectadores, que eran niños como
ella, en sillas dispares de casa de población santiaguiña. Alvaro,
el mayor, paseaba una bandeja de galletas, porque según Coni eso
haría pensar a sus padres que no solo era un espectáculo que además
se les daba jugo aunque solo fuera de sobre y galletas aunque hubiera
que repartirlas entre cada dos espectadores.
Al empezar la función
todo era nuevo para ella, un romance entre dos títeres, un enfado,
una mentira que los hacía separase, un enamoramiento que los unía,
una pelea que hacía participar al público e ir haciendo la historia
sobre la marcha. Todo como siempre en Coni sobre la marcha.
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